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Columna
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Asepsia cordial

Tras la primera reunión con Bildu para tratar sobre los posibles pactos de gobierno de la Diputación guipuzcoana, Joseba Egibar hablaba de unas deficiencias estructurales de la coalición ganadora que dificultarían cualquier acuerdo con ella. No se refirió a desacuerdos programáticos imposibles de superar o a objetivos inconciliables, sino a eso, a las "deficiencias estructurales", y me pregunté qué querría decir con ello. Intuyo que sea el corazón el móvil de la orientación y de la actividad política de Egibar. No veo que el corazón haya de tener forzosamente una traducción política, ni es momento este tampoco para analizar qué fue antes, si el huevo o la gallina, o de qué forma se apoyan y jerarquizan la razón y las emociones.

El corazón tendrá razones que la razón no entiende, pero son razones mudas, y cuando la razón cordial trata de expresarse suele topar a veces con la necesidad de ocultarse. Razón y corazón tienen en Egibar un objetivo, Euskadi y su liberación, y un instrumento, su partido, el PNV. Es esa pulsión emocional el motor de su actividad política, pero nadie hace tanto como él para ocultarla. Y el caparazón con el que la cubre no es otro que el lenguaje: la abstracción es el reino en el que el corazón se nubla.

Se ha insistido mucho en la debacle electoral del PSE y la irrupción triunfante de Bildu. No se ha hablado tanto, en cambio, de que el espectro reducido en que ha quedado nuestro mapa partidista ha habido otro perdedor, el PNV, y otro ganador, el PP, si bien a escala más reducida. Como decía Basagoiti, ellos han ganado sobre la situación precedente, se materialice o no finalmente esa ganancia en ámbitos de poder. A la sombra del impacto del principal perdedor, el PSE, los del PNV, en cambio, se cuidan mucho de subrayar su retroceso, pero lo han tenido y puede ser, además, considerable. Es lo que tratan de minimizar a toda costa, y es curioso cómo Egibar, uno de los grandes derrotados, hace esfuerzos para ello, disfrazando de razón los deseos ardientes de su corazón herido.

Al servicio de lo que él denomina lo estructural -alcanzar la paz en Euskadi- y minusvalorando lo que denomina lo coyuntural -quién vaya a gobernar una u otra institución-, Egibar busca una política de pactos que lo libere de ataduras. Está claro cuál es el orden de jerarquía entre lo estructural y lo coyuntural. Para él lo más abstracto -lo estructural en este caso- es siempre lo más noble, y lo enarbola para ocultar en realidad lo más bajo: conservar el mayor poder posible, lo que no está reñido con el corazón, al ser aquél un requisito para que éste se colme. Magnánimo, Egibar dice rechazar cualquier pacto con quienes propugnan la exclusión de Bildu, pero apoya la exclusión de Elorza y no rechaza pactar con quienes están dispuestos a apoyar a su partido en Álava con el simple propósito de excluir al PP. ¿Todo ello por la paz? ¡Hay que ver con qué piruetas estructurales nos deleita este amante encendido!

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