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El G-8 crea un fondo para apoyar la democracia en el mundo árabe

Las grandes potencias ofrecen 14.000 millones, ampliables hasta los 28.000

Antonio Caño

El G-8 anunció ayer la creación de un fondo de 20.000 millones de dólares (unos 14.000 millones de euros), ampliable hasta 40.000 millones de dólares, para ayudar a las incipientes democracias en el mundo árabe y se comprometió a aprobar cantidades suplementarias en la medida en que otros países se sumen a las reformas emprendidas en Egipto y Túnez en condiciones de respeto a los derechos humanos, libertad y gestión transparente del poder.

"Los cambios que se están produciendo en Oriente Próximo y el norte de África son históricos y tienen el potencial de abrir la puerta al tipo de transformaciones que ocurrieron en Europa del Este y Europa Central después de la caída del muro de Berlín", afirma la declaración final de los presidentes de Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Japón, Reino Unido, Canadá e Italia, reunidos en la ciudad francesa de Deauville, en las costas de Normandía.

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El fondo acordado, cuyos primeros destinatarios serán Egipto y Túnez, será repartido a lo largo de los próximos tres años en los términos y plazos que próximamente fijen los ministros de Finanzas, en coordinación con los países afectados y adoptando garantías de que sirven efectivamente para la construcción de sistemas democráticos.

Según declaró después de la reunión el ministro de Finanzas de Túnez, Jalul Ayed, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, les ha comunicado que ese fondo podría ser ampliado si la situación lo precisa. El Banco Mundial y los diferentes bancos regionales de desarrollo se encargarán de distribuir la ayuda, que, aunque no llega a las necesidades reclamadas por Túnez y Egipto, representa un gran alivio para encarar las reformas necesarias. Los Gobiernos de esos dos países participaron ayer en las reuniones de Deauville, así como el secretario general saliente de la Liga Árabe, Amr Musa.

La declaración final de esta cumbre respalda igualmente el inicio urgente de conversaciones de paz entre israelíes y palestinos y apoya la campaña militar de la OTAN en Libia, a cuyo líder, Muamar el Gadafi, le exige la renuncia inmediata. "No tiene un futuro en una Libia libre y democrática; tiene que irse", reza el comunicado.

Las ocho grandes potencias critican también, en términos más duros de lo esperado, dada la resistencia de Rusia, la represión ejercida por el régimen sirio contra los manifestantes pacíficos. Siria tiene que "dejar de usar la fuerza y la intimidación", advierte el G-8. De no hacerlo voluntariamente, se amenaza con aplicar "otras medidas" para evitarlo.

La cumbre abordó, con resultados menos concretos, otros asuntos de la seguridad internacional, la estabilización económica y el medio ambiente. El intercambio fue, según lo describieron portavoces norteamericanos, franco y enriquecedor. Los líderes no leyeron discursos escritos sino que cruzaron ideas y propuestas en un clima de gran cooperación. Fue un nuevo modelo de diplomacia con el que se trata de recuperar la eficacia de esta organización.

Aparte del éxito que esta reunión representa para su anfitrión, la ocasión permitió también para consolidar el liderazgo internacional de Barack Obama, que fue quien introdujo las principales propuestas sobre el mundo árabe.Obama abandonó ayer a media tarde la cumbre con destino a Polonia, donde hoy concluye una gira europea en la que de lo que menos ha hablado es de Europa.

Durante cinco días, el presidente norteamericano ha mostrado su solidaridad con Irlanda. Ha resucitado, sobre todo, con un enorme vigor los lazos especiales con Reino Unido. Su discurso en Westminster Hall se recordará como una de las mayores loas jamás pronunciadas a los valores de la democracia anglosajona. Hoy ofrecerá en Varsovia garantías sobre la seguridad de Europa del Este. Pero no ha habido una sola referencia a Europa como entidad política y mucho menos a la Unión Europea.

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