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Columna
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¡Vivan los corruptos!

Resultados hay unos, variaditos como unos entremeses de menú del día; lecturas, análisis, sociología Ley D'Hont, intereses creados y por crear, pactos imposibles, alianzas impensables, enemigos que se amigan, amigos que se enemistan, partidos que se mueren y partidos que creen que resucitan, hay miles y miles y miles. Lean y oigan lo que más le interese, apliquen filias y fobias, o sencillamente déjense llevar por la argumentación razonable hasta donde el viento quiera.

Yo nunca veo un partido de fútbol o de pelota a mano o de baloncesto después del partido. El vídeo, está claro, no nació pensando en mí sino en los entrenadores. Pero a mí las elecciones me han dejado el peor regusto democrático que podían dejarme. Me han recordado una anécdota que contaba un actor de izquierdas que tuvo que sobrevivir en la dictadura y en la época de la censura, por lo tanto, cuando lo que pasó con la obra que intentaban representar. Se llamaba La honradez. El primer censor entendió que se trataba de un título demasiado vago para El movimiento y exigió que se llamara La honradez recompensada. El segundo era más estricto y tampoco le valió el título y puso como condición que se llamara La honradez recompensada siempre, pero faltaba otro, el del correaje de oro, el más bruto, por lo tanto, y solo dio el nihil obstat a cambio de que se titulase La honradez recompensada siempre en España, un matiz singular y definitivo.

Curioso. Muchísimos años después, cuando creíamos que todo aquello había pasado, que era una larga pesadilla, resulta que la honradez no está siempre recompensada en España, sino que la corrupción es una anécdota cotidiana y la honradez, una excepción. Quien se lo iba a decir al censor (espero que no fuera Camilo J. Cela, o igual sí). Tanto darle a la manivela de los desmanes políticos y resulta que corromperse no solo no es criticable, a veces ni imputable, a veces ni condenable, sino que es un valor en alza, una garantía de éxito, porque la envidia puede ser un argumento electoral de lo más potente. Hay veces en las que yo pienso que los votantes de Camps (ideologías aparte), por poner un ejemplo, se comportan como padres protegiendo a su hijo. ¿Y para qué tanta denuncia sobre corrupciones aquí o allá? Se dice que a Bildu le han hecho la campaña los jueces. ¿Y quién le ha hecho la campaña a Camps y a todos los imputados de este país en delitos de corrupción que han notado al final una brisa reparadora? ¿Somos italianos o los italianos son españoles? La corrupción nos importa una mierda. Incluso la admiramos, la envidiamos. Y a nadie le importa. Es el mejor cartel electoral que pueda imaginarse. Los periodistas la denunciamos y los electores la votan. Algo no funciona. Seguramente, somos los periodistas, visto que la corrupción es recompensada siempre en España.

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