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Análisis:Elecciones municipales y autonómicas | Vuelco en el mapa electoral vasco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Premio a un compromiso

Luis R. Aizpeolea

Los líderes de la izquierda abertzale -Rufi Etxeberria, Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga...- fueron el domingo por la noche los primeros sorprendidos por los resultados de la coalición Bildu. Se habían fijado como meta alcanzar los resultados de Euskal Herritarrok, la marca con la que concurrieron a las elecciones autonómicas vascas de 1998, que con 223.264 votos y un 17,69% fijaba su techo electoral.

Pero el domingo las urnas les arrojó toda una sorpresa: 276.134 votos, 50.000 más que en 1998, y un 25,45% de los votos. Su récord histórico.

Para sus líderes no cabe duda de que el resultado es un premio por su apuesta decidida por el rechazo de la violencia, incluida la de ETA. Tiene lógica porque los mejores resultados de la izquierda abertzale hasta el domingo ya los había obtenido con el proceso de paz de Lizarra, de 1998, que entonces protagonizó. En esta ocasión, la apuesta es más decidida por su pública ruptura con el terrorismo de ETA y eso se ha percibido en la opinión pública vasca.

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Los portavoces de Bildu admitieron ayer públicamente que su apuesta contra la violencia supone el final de ETA. Esa reflexión es compartida desde la izquierda abertzale, el motor de la coalición, a la que no cabe duda de que esta victoria refuerza aún más la posición de fortaleza que ya había alcanzado con su legalización frente a la banda terrorista.

Esta, en situación agónica, no tiene fuerza que oponer a una coalición que ha logrado el 25% de los votos en Euskadi y es primera fuerza política en Guipúzcoa; segunda, en Vizcaya y tercera, en Á lava y se va a comprometer a gobernar en numerosos Ayuntamientos. Un compromiso que adquiere en una etapa nueva, en la que la izquierda independentista ya no es el brazo político de ETA.

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El objetivo de la izquierda abertzale ahora es lograr que su propio partido, Sortu, sea legal. La legalización de este partido, cuyos estatutos rechazan la violencia de ETA y homologan su funcionamiento a un partido democrático, reforzaría a los cuadros que más se han bregado en el proceso de alejamiento del terrorismo etarra. Paradójicamente, algunos de los más comprometidos están en la cárcel, como Arnaldo Otegi, y otros, inhabilitados, como Rufi Etxeberria.

Su compromiso es mayor que el de la inmensa mayoría de los componentes de la coalición Bildu, aunque todos sus candidatos firmaron un compromiso de rechazo del terrorismo de ETA al concurrir a las elecciones.

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