Acerca de humanos y otros mamíferos
"Mamíferos, todos mamíferos", gritaba, vociferaba casi, en uno de sus memorables recitales, Jesús Lizano. Y todos estábamos conformes, y reíamos mucho por lo que decían en sí mismos los poemas y por la vitalidad y fuerza con que los recitaba. Al terminar, yo siempre le decía que debía intentar trabajar en el teatro. Y él me recordaba, también siempre, que carecía de memoria. Y yo me recordaba en brazos de un Tenorio, provisto de reloj y con gafas. Sí, mejor que se dedicara solo a los poemas.
Pero, claro que sí, todos los humanos somos mamíferos, aunque uno de nosotros dé como un hecho nuestra superioridad. Lo sucedido es que hace mucho tiempo una de las especies se adueñó de la tierra (el mucho se refiere al modo en que nosotros vivimos el tiempo, que no coincide seguramente con el modo en que miden su tiempo las moscas, los leopardos o las golondrinas). Una golondrina no es un mamífero, claro, pero da lo mismo, porque los humanos nos hemos apoderado de la tierra entera. "Señoreaba" afirmaba José Luis Giménez Frontín, otro poeta amigo entrañable, consciente del abuso y la barbarie que comporta ese "señorear" y dispuesto a intentar mejorarlo, con el apoyo incondicional de su mujer, Matilde, a quien ahora otorgo sin reparos y a perpetuidad el noble título de Reina de los Gatos, que he utilizado y repartido ya algunas veces, pero que ella se merece como nadie.
Fue idea perversa del Creador que unos animales se alimentaran de otros
En fin, ya fuera por razones científicas (los sabios ignoran muchas cosas pero han descubierto algunas), o por razones de fe, nadie discute ya que el ser humano sea el Rey de la Creación y que se considere muy superior al resto de los animales, con poder absoluto para maltratarlos y realizar con ellos sin remordimiento las peores injurias y torturas.
Aunque parezca paradójico, este injusto trato solo lo puede mejorar el mamífero humano: se trata de asignar unos derechos a los animales. Y esto nos divide en dos grupos difícilmente conciliables. Una secta cuyos miembros nos reconocemos con solo mirarnos y otra que ni admite el problema.
Me tiene sin cuidado los mimos que destina a su perrito mi vecina; me preocupan, sin embargo, muchísimo lo que ocurre en las fábricas de animales, en el modo de alimentarlos, de transportarlos y de darles muerte. Fue una idea perversa del Creador establecer que unos animales se alimentaran de otros. Creo que en este punto cada uno de nosotros debe establecer su barrera. (La mía sería ejemplar, ay de mí, caso de no existir el jamón de Jabugo y las costillitas de cordero).
Y, por último, propongo una táctica para que la secta pro animales se consuele un poco al contemplar o tener noticia de sus desdichas. Podemos ser superiores en muchos campos, pero los animales, aunque puedan tener alguna remota percepción de ello, no saben que van a morir como todos los mamíferos o los no mamíferos, ni mucho menos tienen presente que crean a sus retoños con fecha establecida de caducidad. Es un triste consuelo.
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