Celuloide y política
Que en los tiempos que corren el cine político interesa ha quedado claro en el Festival de Cannes, si bien sobre todo fuera de la competición oficial. En primer lugar, claro, la crónica irónica sobre la ascensión de Nicolas Sarkozy y su desmedido afán de poder, las intrigas palaciegas, las zancadillas, las mentiras, la demagogia... en un biopic clásico pero eficaz. Más sutilmente, la comedia musical libanesa, dirigida y también interpretada por Nadine Labaki, tras su éxito hace cuatro años con Caramel. En Y ahora dónde vamos las mujeres deciden intervenir para evitar la guerra escondiendo las armas o fingiendo haberse acogido a la religión enemiga para restablecer la paz; una suerte de Lisístrata de hoy día, que permite recordar los horrores del conflicto interminable que asola la región. Y de manera bien directa, Las nieves del Kilimanjaro, en la que Robert Guédiguian reflexiona sobre la situación desamparada de los más jóvenes en la crisis actual. El público aplaudió en pie, obligando a los actores a subir a escena y cantar conjuntamente la canción que da título al filme, un éxito popular de los años sesenta.
Pero para película de contenido político duro, estremecedora, la iraní Adiós, del director en arresto domiciliario Mohammad Rasoulof, condenado a varios años de cárcel al igual que su compañero Jafar Panahi, cuyo último trabajo clandestino, burlonamente titulado Esto no es una película también se verá en Cannes. Adiós cuenta las tribulaciones de una mujer que quiere abandonar Irán -"para sentirse extranjera en tu país, es mejor un país extranjero", dice-, mientras su marido, periodista, ha tenido que huir de la capital y ella espera su primer hijo. Resultan tan angustiosas sus vicisitudes que la película acaba convertida en un relato de terror. La esposa del director encausado anunció que este había sido citado por la policía y que en ese momento se encontraba intranquila por lo que le pudiera estar pasando. Afortunadamente, luego se supo que nada peor le había ocurrido a Rasoulof.
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