Mal gusto y efectos especiales
Un suspirillo ojeroso titulado Running scared, susurrado entre gorjeos por Ell & Nikki de Azerbaiyán, ganó el sábado el Festival de Eurovisión. Es un abuso conceptual sugerir que ganó una canción, porque ni Running scared lo es (bueno, solo formalmente) ni en la velada eurovisiva sobresalió la música (nadie lo esperaba). El festival, servido desde
el Düsseldorf Arena, desplegó apabullantes efectos especiales, propios de Avatar o La guerra de las galaxias. Atropellados por el chorro mareante de imágenes, luces y destellos, bajo cúpulas imposibles de efectos visuales, los intérpretes fueron despachando la colección habitual de cancioncillas amorosas, bien bajo la modalidad exultante, bien en la versión de los tórtolos que se miran a los ojos (Running scared sin ir más lejos) o como triste melancolía. Entre mucha ñoñería (resultona en el caso de Suiza, Serbia o Alemania) apareció la agitada charanga de Moldavia, con cantantes tocados con los gorros que los gnomos se ponen para comprar el pan, y España con el tema Que me quiten lo bailao, de espíritu verbenero, pero desmañado y anémico.
Dicen los analistas que, entre tanta melopea prescindible,
se encuentran algunas perlas recónditas. Mencionan al italiano Raphael Gualazzi, los gorgoritos del francés Amaury Vassili (cantó
en corso ¡a ver si el año próximo el PP, presunto ganador de las elecciones, presenta en Azerbaiyán una canción en euskera o en galego!) o la intensidad de la serbia Nina, que apareció con una escenografía propia
de La casa de Bernarda Alba. Tendrán razón, pero el conjunto sigue siendo un espectáculo de plexiglás, kitsch. De mal gusto porque, como advirtió Umberto Eco, las reacciones que las canciones deben provocar están subrayadas y prefabricadas.
Eurovisión se justifica por los 150 millones de espectadores que atrae. Nadie menciona
el coste. Para países como Letonia, Estonia
o Moldavia, organizar Eurovisión debe suponer algo así como el 5% del PIB. Por fortuna ganó Azerbaiyán, que solo tendrá
que subir su producción de petróleo el 0,5% para pagar el dispendio. Todavía no se entiende en la eurozona cómo Merkel y Schaüble dejaron participar a Grecia e Irlanda. ¡Con lo que cuestan en Alemania los hoteles y los trajes de lentejuelas!
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