Contra el liberalismo salvaje
El liberalismo económico triunfante vive de la especulación financiera. A pesar de la reciente crisis, nada fundamental va a cambiar en su modus operandi. Los bancos y otros grandes inversores seguirán ganando dinero a espuertas o pidiendo al Estado que les salve en cuanto haya otra crisis. Lo de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas se refiere a esto.
El liberalismo económico es, de facto, el gobierno mundial. Los poderes políticos tradicionales, ya heridos por la multipo-larización y por la globalización, están en buena medida a merced del poder financiero.
¿Qué se puede hacer y quién lo puede hacer para cambiar esta vergonzosa dinámica? No confiemos en dioses ni esperemos milagros, no desesperemos, no echemos la culpa a otros, no nos inhibamos: nosotros somos el arma más poderosa.
Propongo la creación de una agencia ciudadana de rating financiero y empresarial: aquellas entidades y empresas que más aporten a la sociedad (puestos de trabajo, beneficios sociales, impuestos, impacto ecológico...) recibirán la máxima calificación y, por tanto, gozarán del apoyo de consumidores, inversores y ciudadanos en general.
Por el contrario, las otras recibirán su rechazo. Ni un litro de combustible en esa red, ni una botella de agua en esa cadena de alimentación, ni una visita fugaz a ese país gobernado por sátrapas, ni un euro en una cuenta de ese banco, ninguna inversión a través de esa agencia, ni un minuto en ese canal de televisión, ni un contrato telefónico en esa compañía que en plena fiesta de ganancias va a despedir al 20% de la plantilla en España.
El mundo ha cambiado y los poderes y mecanismos tradicionales han quedado obsoletos. Pensemos y actuemos globalmente y asumámoslo: o hacemos algo o estaremos cada vez peor.
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