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Reportaje:

Un 'clown' que no suele reír

El escocés Johnny Melville ha participado en el festival de payasos de Arrigorriaga - "Solo me hace gracia quien es honesto", indica

Cuando Johnny Melville (Edimburgo, 1948) tenía 16 años, se sentó en el lavabo de los vestuarios de su colegio en Escocia y comenzó a contarles una anécdota a sus amigos. El hecho en sí no era especialmente divertido; sin embargo, un minuto después una veintena de personas se desternillaban a su alrededor y, entre chanzas, le pedían que repitiese el chascarrillo. Ese día, el ahora clown Johnny Melville descubrió que era gracioso.

Hasta entonces Melville, a quien la vena humorística quizá le proceda de su madre, "un poco loca", solo pensaba que era un tipo más con chispa. Quizá por ello, enfocó su carrera hacia la enseñanza y con 22 años comenzó a ejercer como profesor de lengua y de teatro en su ciudad natal. Pero, desencantado con el sistema educativo británico, se sentía descolocado como maestro y un día decidió dejarlo todo y lanzarse a vivir de su gracia.

A veces necesito tranquilizarme, aunque me piden que sea divertido siempre", sostiene
Melville se dedica al teatro tras dejar su carrera como profesor en Edimburgo

El teatro de aquella época era fundamentalmente político y experimental. Olvaldo Salve, un joven italiano, llevaba unos años practicándolo, y Melville formó junto a él y unos músicos de jazz un grupo en Londres. Pocos días antes de actuar por primera vez, Salve se marchó a Italia, hastiado de la comida británica. El grupo se desintegró, y Melville empezó a actuar para jubilados y niños.

Eran solo los primeros pasos de un clown que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los más reputados del mundo y que también trabaja como actor. La pasada semana participó en el festival de clowns y payasos de Arrigorriaga y en el teatro de Sondika.

Melville no suele reírse. Ha conocido a tantas personas que pretenden ser divertidas que arrancarle una risotada resulta complicado. "Solo me hace gracia quien es honesto", recalca Melville, quien propone al periodista que use como cuaderno el mantel de papel de un restaurante de Arrigorriaga.

Sin pretenderlo, este admirador de Emilio Aragón es clown a todas horas. Sostiene que ha llegado a un punto en el que, si se relaja y simplemente escucha, parece que algo le pasa. "No soy diferente a los demás. A veces necesito estar solo y tranquilizarme, aunque la gente me pide que sea divertido siempre", apunta.

El oficio de Melville, quien en la actualidad reside en Holanda, le ha proporcionado cientos de anécdotas que desgrana saboreando un té. En un espectáculo con fuego en Florencia perdió el control y, mientras sus brazos se abrasaban, el público reía. Y en una residencia de ancianos de Londres, sus alocadas gracias no tuvieron éxito, pues horas antes había fallecido un residente. Toda una vida dedicada al humor. "Creo que no nací para ser clown, sino para comunicar. Ese es mi trabajo", resume.

Johnny Melville, en la estación de autobuses de Bilbao.
Johnny Melville, en la estación de autobuses de Bilbao.SANTOS CIRILO

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