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Cuatro orejas para Gómez del Pilar en la novillada de Orduña

Para ser torero es necesario querer, pero también poder. La ilusión y el deseo son valores que se suponen en cualquier aspirante. Sin embargo, el conocimiento para triunfar en el difícil arte de Cúchares se logra con la experiencia, el oficio y con la capacidad de hacer que el cerebro funcione cuando el miedo aprieta.

El novillero Noé Gómez del Pilar puso ayer buenas dosis de ambos factores en su presentación en Orduña, que se certificó con cuatro orejas y la consiguiente salida en hombros. Desde el principio, el madrileño lo hizo todo con pausa y buenas intenciones. Por ello, logró que sus novillos colaborasen más en la faena de muleta. Supo cuidarlos y enseñarles buenos modales y los astados de Pérez Angoso le correspondieron hasta el punto de que el quinto fue premiado con la vuelta al ruedo.

El local Iván Abasolo derrochó ganas para triunfar, pero le faltó el otro factor, el oficio, algo difícil de pedir a quién apenas se viste de luces en el año. Recibió de rodillas, lo intentó con ambos novillos, pero se topó con un lote parado ante el que apenas lució. Una certera estocada le posibilitó la oreja del que cerró el festejo.

El punto negro lo puso el granadino Alejandro Enríquez, que ni supo ni quiso. Con un concepto aburrido del toreo, es de esos jóvenes que han llevado a los aficionados a no fiarse de los escalafones.

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