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Warner, objeto de deseo ruso

El millonario Len Blavatnik compra la discográfica californiana y planea unirla con EMI - Es la tercera compañía musical más importante del mundo

Diego A. Manrique

La noticia saltó el viernes, dejando el fin de semana para que empleados, artistas y mercados asimilaran la enormidad del cambio: un billonario de la era Yeltsin se hacía con la más norteamericana de las grandes discográficas, Warner Music, nacida del estudio Warner Bros.

No fue una liquidación. En reñida subasta, Access Industries, sociedad de inversiones de Len Blavatnik, se convertía en propietaria única de Warner Music, pagando más de 900 millones de euros (5,8 euros por acción) y asumiendo más de 1.300 millones de deuda. Imposible aducir, como hizo Terra Firma tras su desdichada adquisición de EMI, que vendedores e intermediarios engañaron al ingenuo comprador: Access ya poseía el 2% de Warner y conoce su situación financiera.

Una fusión llevaría a despidos masivos y chocaría con la ley antimonopolios
De momento, los artistas callan, a la espera de los planes del empresario
Sus alianzas fueron visionarias: un acuerdo puso a su alcance a Madonna
El sello ha capeado el devastador cambio en consumo y distribución

De momento, los artistas callan, a la espera de conocer las intenciones de Blavatnik. Pero la adquisición aporta tranquilidad al personal de Warner Music. Según uno de sus directivos, "abandonamos la Bolsa, menos sobresaltos". El temor para la plantilla es que Blavatnik se empeñe en seguir de compras y se haga con EMI, ahora mismo una patata caliente entre los activos del banco Citigroup.

Una fusión de Warner y EMI implicaría despidos masivos. Semejante operación chocaría con la legislación antimonopolios, al dejar el 90% del negocio musical en manos de Universal, Sony y el hipotético ente Warner-EMI. Impala, la asociación que representa a las independientes europeas, ya ha manifestado que no podría sobrevivir en un contexto similar y que se opondrá en Bruselas.

En sus inicios, también Warner fue una pequeña disquera. Warner Bros. tuvo una rama musical, Brunswick Records, que no superó las inclemencias de la Gran Depresión. Sin embargo, a finales de los cincuenta, contempló con estupor cómo algunos galanes cinematográficos se reciclaban en cantantes de éxito. Y quiso una tajada del dinero juvenil.

Resultó una tarea dura. En 1959, año de su fundación, Warner Bros. Records solo consiguió un éxito, la música de la serie televisiva 77 Sunset Strip. Pero pesaba el apellido Warner y sus fondos permitieron fichar a pesos pesados como los Everly Brothers o Frank Sinatra. La misma juventud de la disquera facilitó la experimentación: funcionaban las bandas sonoras y los discos del rat pack pero también el folk de Peter Paul & Mary, el humor de Bob Newhart, los guateques de Trini López. También pilló cacho con la llamada invasión británica, gracias a Petula Clark o The Kinks.

Cuando llegó la contracultura en 1967, Warner se adaptó a la nueva situación sin sufrir los traumas de los sellos venerables. Allí recalaron los Grateful Dead, Hendrix, Neil Young, Van Morrison o Joni Mitchell. Compró poderosas independientes como Elektra y Atlantic, que no perdieron su identidad: a partir de 1971, el conglomerado fue conocido como WEA.

WEA supo internacionalizarse, engordando con catálogos locales en Francia (Carrère), Italia (Fonit Cetra) o España (DRO). Sus alianzas resultaron visionarias: un acuerdo con Sire, sello de new wave, puso a su alcance a Madonna. Supo mantener discreción en conflictos como el protagonizado por Prince, que intentó divorciarse de la compañía cambiando de nombre. Salió más tocada del ataque de la extrema derecha por editar el tema Cop killer, del rapero Ice T con Body Count.

Lo que no pudo evitar fue la corrosión de la alta política empresarial. La discográfica se integró en el más desastroso delirio imperial: el gigante AOL Time Warner. Desde el principio, aquello pinchó: a pesar de ser un afamado proveedor de Internet, AOL no pudo mantener la red informática del Warner Music Group.

Ya liberada del yugo de la sinergia, Warner Music ha capeado el devastador cambio de paradigmas en el consumo y distribución. Se mantiene como tercera discográfica mundial, con 4.000 empleados, oficinas en 50 países y ramas tan apetecibles como Warner/Chappell, principal editorial musical del mundo.

La cantante Madonna, durante un concierto en Valencia.
La cantante Madonna, durante un concierto en Valencia.SANTIAGO CARREGUI

La ambición de dos magnates

Potente y cool, Warner atrae a pretendientes internacionales. Su consejero delegado es Edgar Bronfman, canadiense que vendió sus intereses en el negocio del alcohol (Seagram) para entrar en el mundo del espectáculo. Tras pasar por Universal, Bronfman se hizo con el control de Warner en 2004.

Bronfman celebra la entrada de Len Blavatnik : "Tiene un historial de éxito en diversos negocios, incluyendo medios de comunicación. Comprende nuestra cultura y aportará su experiencia global y sabiduría estratégica". Ambos coinciden generacionalmente y en el origen judío, pero Blavatnik es un hombre hecho a sí mismo: nació en la Ucrania soviética, emigró con su familia a Estados Unidos e hizo su primer millón en el boom inmobiliario de Nueva York. Con la caída del comunismo, regresó a tiempo para la piñata de la privatización. Tiene una fuerte presencia en los sectores rusos del aluminio, la industria química y el petróleo.

Blavatnik parece haber evitado las mortíferas luchas políticas de Moscú. Reside en una mansión londinense, rehabilitada por un amigo arquitecto de David Cameron. El anterior primer ministro, Gordon Brown, le culpaba del descalabro del Royal Bank of Scotland, al que dejó de pagar un inmenso préstamo. También tiene enemigos en British Petroleum, que intentó entrar de su mano en Rusia. Precavido, Blavatnik procura ganarse las simpatías del establishment con gestos como la donación de unos 86 millones de euros para abrir la Blavatnik School of Government en Oxford. Sin embargo, nunca se verá sometido a tanto escrutinio como ahora, al convertirse en patrón de un equipo que incluye a Eric Clapton, REM, Wilco, Cee-Lo, los Red Hot Chili Peppers o Andrés Calamaro.

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