Entrenador Mourinho
El examen de mañana ante el Barça medirá más que nunca al luso como técnico, no como agitador
Si los entrenadores se miden por su capacidad táctica y psicológica, no hay mejor examen para el técnico más caro del planeta que el último duelo de la temporada entre el Barça y el Madrid. Ha llegado el momento culminante del curso para José Mourinho, cuyo intervencionismo ante los micrófonos ha tenido más eco que su presunta condición de estratega futbolístico. Al menos, del fútbol ofensivo y sin espinas, que, tras un inicio de desenfreno, comenzó a desvanecerse desde el 5-0.
Mañana, en el Camp Nou, el portugués pondrá a prueba su capacidad para estimular a un grupo que se ve al borde del abismo y para gestionar una eliminatoria (0-2) que exige al Madrid una respuesta valiente. El Mourinho del Barça-Inter de hace un año se ganó un contrato en Chamartín. Pero ahora no defiende un 3-1 como entonces. Le toca remontar y tiene bases para ello: gobierna un club en el que nunca cupo la rendición y tiene una plantilla excepcional. Con menos cesto y muchas lesiones, Pep Guardiola debe jugar con lo que tiene; Mou, con lo que quiera. Sin Ramos, tiene a Albiol, Carvalho y Garay; sin Pepe y Khedira de tapones, puede tirar de Lass o quitar el dique y echar el ancla a Granero y Xabi Alonso. Incluso, si no le basta con Özil, Di María, Adebayor y Cristiano, tiene a Kaká, Benzema e Higuaín, que solo pueden ser teloneros circunstanciales en un embotellamiento de estrellas como el que hay en la caseta blanca.
A favor del portugués, la historia de un club que jamás se rinde y una plantilla fabulosa
El Madrid precisa más que nunca del Mourinho entrenador antes y después de que pite el árbitro. Las decisiones de este serán juzgadas al final y nada de ello depende del luso. Lo mismo que en el Barça-Inter no pudo intervenir en que De Bleeckere, el colegiado belga de mañana, expulsara de forma rigurosa a Motta o anulara un gol a Bojan que bien pudo certificar. Nada tuvo que decir cuando en la ida, en Milán, marcó en fuera de juego Diego Milito y no se sancionó un penalti a Alves. El Madrid tiene recursos hasta si se queda de nuevo con 10, como le sucedió, por ejemplo, al Deportivo en la semifinal ante el Oporto de Mourinho en 2004, con Andrade expulsado en Das Antas (y Mauro Silva amonestado sin partido de vuelta) y Naybet en Riazor. No hay equipo sin lista de agravios, aunque algunos tengan una conveniente amnesia.
A la hora del fútbol, el Barça y el Madrid cerrarán una serie que ha tenido de todo. Los barcelonistas siempre han querido ser reconocibles. Los madridistas han tenido varias caras. No les faltó decisión cuando se quedaron con 10 en la Liga y empataron. Lo contrario que en la ida de la semifinal de la Champions, cuando tras la tarjeta roja a Pepe su entrenador se quedó paralizado en el banquillo de los acusados, víctima de la enésima conspiración, la que le llevó a proclamarse derrotado ante la prensa. Al Madrid tampoco le faltó pujanza en el primer tiempo de la final copera y en ese tramo dejó a su rival fuera de juego.
Falta por ver qué papel asume ahora Mourinho, al que su distinguido cartel no le deja a salvo de uno de esos eternos códigos del fútbol: en las derrotas, los técnicos, se llamen como se llamen, suelen tener plaza fija en las dianas del vestuario y los despachos. Del Mourinho entrenador depende. No del mártir Mourinho, atormentado por solo él sabe qué fuerzas del mal. Mañana se examina de fútbol. Nada más y nada menos. Esa asignatura ya la aprobó el Barça de forma parcial.
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