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LOS PAPELES DE GUANTÁNAMO | El incierto futuro del penal

172 presos en el limbo

EE UU podrá juzgar como mucho a una treintena de los reclusos que continúan en Guantánamo - La mitad son yemeníes a los que no se quiere liberar sin rehabilitación

Mónica Ceberio Belaza

El problema de Guantánamo no es solo su pasado, sino su futuro. Quedan aún 172 presos en el penal. Barack Obama ha incumplido su promesa de cerrarlo, y la última medida que ha adoptado es reanudar las comisiones militares; la confirmación de su fracaso. Pero tampoco es la solución. El Ejecutivo estadounidense solo está en condiciones de procesar a 36 presos -y es una cifra optimista según reconoce el propio Gobierno-. Sobre el resto no tienen pruebas que pueda aceptar ningún tribunal.

Otros 47 presos están en la discutible situación de detención indefinida: por el momento no serán juzgados ni liberados; 30 más, yemeníes, podrían salir del penal si las condiciones de seguridad mejoran en su país, si les acoge algún centro de rehabilitación de terroristas o si algún tercer Estado los acepta. Finalmente, hay un amplio grupo de 59 para los que se ha aprobado ya su traslado. Deberían ser libres, pero por distintos motivos Estados Unidos no quiere o no puede devolverlos a sus países de origen y no les encuentra acomodo en ningún otro, de acuerdo a los últimos datos oficiales ofrecidos. Guantánamo no es solo un limbo legal. Se ha convertido en un limbo físico en el que están atrapados casi 200 prisioneros.

Los más peligrosos serán procesados en las reanudadas comisiones militares
La mayoría lleva ya nueve años recluido a la espera de juicio o liberación
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Memorando sobre Lufti Bil Alí

Algunos de ellos son los responsables del 11-S o de otros atentados contra intereses norteamericanos en los que se perdieron vidas humanas. Pero la mayoría son solo -y si acaso- soldados de base o miembros de segunda fila de Al Qaeda o los talibanes para los que EE UU debe buscar una solución: procesarlos o dejarlos marchar. La mitad, 87, tienen nacionalidad yemení; hay 18 afganos, 14 presos procedentes de Arabia Saudí y el resto son nacionales de una veintena de países.

La mayor parte de los que quedan, 134, fueron catalogados por los mandos militares de la base como de "riesgo alto"; es decir, que "probablemente" eran un peligro para EE UU, sus intereses o aliados, según se desprende de las fichas secretas de Guantánamo a las que ha tenido acceso EL PAÍS a través de Wikileaks. Otros 38 fueron clasificados como de riesgo medio y aún queda uno, tunecino y enfermo, para el que los mandos militares recomendaban la liberación o traslado en 2004.

Otros presos que ya han abandonado Guantánamo también habían sido clasificados como de "riesgo alto"; 183 en total. Por lo general han sido liberados en virtud de acuerdos de EE UU con sus países de origen en los que estos se comprometían a mantenerlos en prisión y, en muchos casos, a seguir interrogándolos y a compartir la información obtenida con el Gobierno norteamericano. Pero no siempre el Estado de acogida ha cumplido esta condición y muchos de los presos han quedado en libertad de inmediato o al cabo de pocos meses.

Ese es precisamente el problema que alega EE UU para trasladar a las decenas de yemeníes que pueblan el penal. Yemen, a diferencia de otros países, como Kuwait, sí está dispuesto a aceptar sus nacionales. Y en principio no existe riesgo de tortura como sí ocurre en el caso de China o Túnez. Su presidente, Ali Abdalá Saleh, había ofrecido además juzgarlos y meterlos en prisión. Pero EE UU está convencido, como desvelaron los despachos diplomáticos del Departamento de Estado hechos públicos por Wikileaks en noviembre de 2010, de que si volvían, "tardarían pocas semanas en ser liberados, por la presión de la opinión pública o por la actuación de algunos jueces", como se indicaba en un cable de la Embajada norteamericana en Saná del 15 de septiembre de 2009. El Gobierno yemení planteó también la posibilidad de crear un centro de rehabilitación de yihadistas similar al que hay en Arabia Saudí, pero no llegaron a un acuerdo.

Mientras tanto, los reclusos más peligrosos siguen su propio camino. Los cinco organizadores del 11-S, entre los que se encuentra Jalid Sheij Mohamed, autoproclamado cerebro de la matanza, serán los primeros en ser juzgados en las reanudadas comisiones militares. Están a la espera de que se presenten formalmente los cargos. El fiscal militar ha planteado ya la acusación y pedido la pena de muerte en el proceso iniciado contra otro de los presos más valiosos para EE UU, Abd al-Rahim al Nashiri, por organizar el ataque suicida contra el destructor Cole en un puerto yemení el 12 de octubre de 2000. Al Nashiri fue sometido a waterboarding (simulación de ahogamiento) según un informe de la CIA, lo que planteará problemas de prueba en el juicio.

La solución para los presos que quedan en el limbo de Guantánamo no parece cercana. La mayoría (todos salvo 30) entraron en el penal en 2002. Llevan ya alrededor de nueve años esperando un juicio o su liberación.

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El interno de bajo riesgo que sigue en la base

Tiene 45 años, una válvula cardiaca mecánica, fibrilación crónica (su corazón no late a un ritmo adecuado), y una historia clínica que incluye piedras en el riñón, tuberculosis latente, depresión y tensión alta. Debe tomar anticoagulantes de por vida para evitar posibles trombos y necesita medicinas para la depresión y la ansiedad. Tiene que controlarse la coagulación de la sangre a través de análisis mensuales y hacerse chequeos de la válvula cardiaca al menos una vez al año. Tras esta descripción del estado de salud del preso tunecino Lufti Bil Ali, los mandos militares de Guantánamo recomendaron en un informe secreto de 27 de junio de 2004 que fuera liberado o trasladado a otro país para seguir encarcelado. El expediente lo calificaba como de riesgo bajo por su pésima salud.

Casi siete años después, sigue en el penal. Es el único recluso con este nivel de riesgo del campo de prisioneros, según las fichas secretas del Pentágono hechas públicas por Wikileaks. Los documentos están fechados entre 2002 y 2009, por lo que podría haber expedientes posteriores modificando las evaluaciones.

Bil Ali llegó a Guantánamo acusado, de forma genérica, de "asociación con Al Qaeda y el régimen talibán". En concreto, lo que supuestamente había hecho era viajar de Pakistán a Afganistán varias veces y pasar unos días en una casa de huéspedes de argelinos en Jalalabad y en otra "asociada" a individuos que habían entrenado en campos de Al Qaeda. No había pruebas en su contra. Él negó siempre la versión de EE UU y pidió ser liberado por sus problemas de salud.

"No puedo tener una vida en prisión", dijo a sus captores en abril de 2005, cuando se revisaba su estatus de combatiente enemigo ilegal. "Estoy enfermo, tengo un problema de corazón. Estoy en contra de matar civiles, del terrorismo. He pasado muchas penurias en esta cárcel, pero diré esto una y otra vez. Si os habéis equivocado conmigo, pido que no volváis a cometer ese error".

Los presos tunecinos han sido una cuestión complicada para Obama, que no quería trasladarlos a Túnez por miedo a que sufrieran torturas. El Gobierno estadounidense logró recolocar a algunos de estos reclusos en Albania, Italia y Eslovaquia entre 2009 y 2010, pero aún quedan cinco. La reciente revolución tunecina, que acabó con la huida del país del presidente Ben Ali, debería ahora favorecer su regreso.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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