El entrenador de las costaleras
Un hombre dirige la cuadrilla femenina que porta la imagen de la virgen de Dolores
Entre la devoción que la cofradía del Silencio del Santísimo Cristo de la Fe exhibe, destaca un "él" por encima del resto. El de Rafael Díaz, el capataz de las anderas que portan (y portaron el pasado Viernes Santo) la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Es la primera y única cuadrilla de Madrid integrada exclusivamente por mujeres.
La historia de esta formación femenina se remonta a la década de los ochenta, 40 años después de la fundación en 1940 de la cofradía. En aquel momento el paso era de arrastre (con ruedas) de modo que solo hacían falta ocho mujeres para hacer el trazado que cada Viernes Santo, cuando el tiempo lo permite, sale en procesión de la iglesia de la cofradía (Santísimo Cristo de la Fe, Atocha, 87) y recorre el barrio de las Letras. No saben cómo fue el proceso de creación de una cuadrilla solo femenina y justifican que en la cofradía "la Dolorosa siempre ha sido llevada por mujeres".
Es la única cofradía de Madrid con un paso portado solo por anderas
La carga que arrastran supera la tonelada con las velas y las flores
Este ha sido el primer año que no han podido salir a causa de la lluvia
"Hay que estar bajo la Virgen para saber lo que se siente", dicen las cofrades
En 2005 la hermandad adquiere un nuevo paso de palio que obliga a cambiar las condiciones de la cuadrilla. Un total de 36 mujeres -16 anderas delante, 16 detrás y cuatro relevos- hacen falta para transportar el nuevo paso de andas (sin ruedas y con barras que se portan al hombro) que mide 1,60 metros y que ya montado, con las flores, los faldones y las velas alcanza la tonelada. Este paso fue el primer portado solo por mujeres en la archidiócesis de Madrid. Uno de los coordinadores de la Semana Santa madrileña, Cecilio Andrés, señaló en 2005 que solo conocía otro caso similar en Córdoba.
Roble Paz es una de las anderas más veteranas de la cofradía. Lleva 17 años en la cofradía y 15 de ellos sacando el paso, primero empujando y desde hace seis años a hombros. Cada año nuevas anderas se suman a la cuadrilla que porta la imagen. "Es verdad que muchas de ellas se apuntan el primer año porque han hecho una promesa, pero después de vivir la experiencia se quedan".
Todos los domingos por la mañana, desde el mes de enero las mujeres ensayan tres horas con el propio paso. "Llevamos más o menos el mismo peso que el día de la procesión para acostumbrarnos y el Viernes Santo no sufrir. No sufrir más de lo que ya sufrimos claro", explica una de las anderas.
Rafael Díaz dirige a las mujeres desde el inicio del nuevo proyecto en 2005. Su trabajo consiste en marcar el paso y en igualar a las anderas por alturas para que todas carguen el mismo peso. Díaz destaca que es "fantástico" trabajar con la cuadrilla, así como el papel que juegan las mujeres en la procesión ya que al ser las primeras marcan el paso del resto de cofrades. En total, la procesión tarda como mínimo cinco horas en completar el recorrido que, según Paz, "se sufre" porque incluye algunas calles como la calle de Toledo, la costanilla de las Trinitarias y la de los Desamparados que tienen pendientes muy pronunciadas y muchos giros.
El capataz del paso insiste en que el mayor reto es que "todo salga bien porque trabajamos muchas horas y ponemos mucha ilusión en ese día".
En la hermandad la distinción entre hombres y mujeres viene dada por el propio paso. El Cristo de la Fe es un paso de costal (los portadores están bajo el paso y cargan el peso sobre el cuello) a diferencia de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Más allá del tipo de paso, "no hay ninguna diferencia entre dirigir a hombres y mujeres", incide Rafael Díaz.
En la cofradía hacen hincapié en el apoyo que se brindan anderas y costaleros. "Nos animamos unos a otros y vamos a vernos a los ensayos. Siempre, desde el primer momento confiaron en nuestra capacidad para llevar el paso", destacan.
Este año lo que más lloraron las anderas y el capataz no fue el peso que portaron, ni el orgullo de cargar la imagen sobre los hombros, ni la emoción de cumplir una penitencia, sino la pena de no poder salir. La intermitente lluvia del pasado Viernes Santo truncó la salida de la procesión del Silencio. Aunque la hermandad esperó media hora a ver si se obraba el milagro y la amenaza de lluvia desaparecía, finalmente tuvieron que doblegarse a los dictámenes meteorológicos.
En los últimos seis años la imagen de Nuestra Señora de los Dolores siempre había salido. "Aunque algunas veces tuvimos que interrumpir la procesión y volver a la iglesia una hora más tarde, siempre habíamos salido", aseguraban los cofrades. "Lo vivimos con mucha pena porque ha sido todo un año preparándonos para ese día". Díaz explica: "Es un día especial porque afloran todos los sentimientos, los momentos que te han marcado durante el año, los seres queridos que no están... es una emoción muy difícil de describir". Hombres y mujeres en la hermandad, sin distinción, coinciden en la complejidad de describir la emoción. "Hay que vivir la experiencia desde dentro para saber lo que se siente".
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