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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Matar al mensajero

Fernando Vallespín

Ana Pastor, la excelente conductora del programa Los desayunos de TVE, no podía dar crédito a las palabras de Dolores de Cospedal cuando, con todo el desparpajo del mundo, acusó de parcialidad a favor del Gobierno a los servicios informativos de las cadenas públicas estatales. La perplejidad de la periodista no solo se manifestó al recordar el ejemplo de descarado partidismo de algunas cadenas autonómicas, la mayoría de ellas en territorios gobernados por el PP. Tuvo que aludir también a que el presidente de la corporación RTVE había sido nombrado por consenso entre los dos grandes partidos. ¿A qué venía, pues, esa afirmación de Cospedal lanzada a las ondas sin aportar más razones que dicha aseveración desnuda? La respuesta solo la sabe ella, pero desde fuera podemos intuir que hay algo más.

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Lo que hay, por un lado, es que las encuestas ya no dan esa aplastante victoria a su partido. Están, por decirlo de alguna forma, "raras". Tanto las de aquellos medios que les son favorables, que no les garantizan la ventaja habitual, como las de otros más alejados de sus intereses. Ese nerviosismo se ha visto acentuado, por otra parte, al tomar conciencia de que la crisis económica puede que ya no sea el tema central de la recta final de las elecciones generales. Si no hay novedades en el comportamiento de los mercados, les puede ocurrir como a la oposición portuguesa, que después de haber provocado la caída del Gobierno a partir de la misma estrategia del PP -es decir, el "cuanto peor, mejor"- no tengan ninguna seguridad de acabar ganando. Solo así se explica su agresiva agitación de la política antiterrorista y, ahora, el poner en cuestión a todo un conjunto de profesionales del periodismo que no bailan al son que ellos van marcando a través de su amplia Brunete mediática, pero a los que tampoco pueden acusar impunemente de "progubernamentales".

No nos equivoquemos, la oposición del PP se ha caracterizado por eludir la confrontación argumentativa, el aportar razones cada vez que elevaba una crítica al Gobierno, y por apostar por una estrategia de acción cuyo objetivo prioritario era el desprestigio del presidente del Gobierno. Sin Zapatero como contrincante, y ante la orfandad de propuestas concretas, solo le queda asegurarse su capacidad para construir la realidad a través de los medios. De este modo, y como estamos viendo a lo largo de las últimas semanas con la excarcelación de Troitiño y otras cuestiones relacionadas con el País Vasco, se aseguran la posibilidad de marcar la agenda del debate público. La densa cortina de humo que han conseguido extender en todos estos temas tiene un objetivo claro, hacer olvidar la exitosa política antiterrorista del Gobierno y atacar a Rubalcaba para anularlo como alternativa a Rajoy. Y, sobre todo, ocultar su ausencia de ideas y que sus escándalos de corrupción no centren el debate de las próximas elecciones locales.

Lo más relevante de la democracia en la que vivimos, aquí y en otros lugares, es que los principales actores políticos han renunciado ya a confrontar sus posiciones con el adversario. Lo que importa es la definición de lo que ocurre para ajustarlo a los intereses de cada una de las partes. Ya no se trata de "deliberar" para poder guiarnos por el mejor argumento, sino el "enmarque" (framing) de lo existente para que ese dibujo previo de lo real encaje como un guante con los objetivos políticos de cada cual. La "opinión" sobre lo que sea la realidad suple, en consecuencia, a la realidad en sí misma. Esta deviene así en un mero dato provisional, en un instrumento maleable al servicio de aquello que en cada momento interese objetivar. Post-truth democracy, democracia que ya no aspira a la verdad, lo llamaba The New York Times refiriéndose a la última campaña electoral de Bush.

Es obvio que para ello cualquier partido necesita disponer de medios de comunicación que trasladen a la ciudadanía su particular visión de lo que ocurre. Y esto es precisamente lo que preocupa a Cospedal, la existencia de medios a los que no puede imputar el prejuicio de la "parcialidad". Uno de los grandes logros de Zapatero fue el haber conseguido que los medios públicos estatales dejaran de ser un instrumento más del Gobierno de turno. Sus elevados índices de audiencia y sus grandes dosis de profesionalidad sirven además de contrapeso a la hegemonía mediática de la derecha que encontramos en otros lugares. Lo que seguramente se busca es desprestigiar o presionar a mensajeros que ahora más que nunca pueden resultarles incómodos.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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