El hombre del saco está en casa
Haciendo agradecida memoria de la obra de Montxo Armendáriz descubro que solo ha dirigido ocho películas en 27 años. También que todas ellas parecen responder al deseo y la necesidad de hacerlas, cuando su prestigio y la buena relación que han tenido con la taquilla le hubieran permitido ejercer de mercenariado de lujo, sin problemas para encontrar continua producción y subvenciones. Y todas ellas demuestran coherencia, personalidad, inteligencia, una sensibilidad dolorosa, capacidad para crear personajes y situaciones que desprenden verdad. Las tiene mejores y peores (me conmueven especialmente Tasio y Secretos del corazón), pero ninguna me parece mala, oportunista, declamatoria, meliflua, al gusto de la moda. Todas poseen su sello, un poderoso y reconocible sentido visual, historias creíbles que están bien contadas.
NO TENGAS MIEDO
Dirección: Montxo Armendáriz.
Intérpretes: Michelle Jenner, Lluís Homar, Belén Rueda, Nuria Gago, Rubén Ochandiano, Javier Pereira.
Género: drama. España, 2011.
Duración: 90 minutos.
La cámara describe con sutileza y respeto las tragedias de la protagonista
Armendáriz ha buceado en temas resbaladizos sin caer jamás en el panfleto, dotando de complejidad a temáticas como la inmigración, la memoria histórica, la droga y la generación X. Pero en No tengas miedo afronta el mayor de los riesgos. Se atreve a hablar de algo que provoca rechazo, terror y asco en cualquier mente y espíritu que albergue un mínimo de salud. Habla de la pederastia, la perversión más abyecta ejercida sobre algo infinitamente vulnerable y desamparado llamado niñez. El estupor y la indignación alcanzan niveles de vértigo cuando tienes noticia de que esa violación sistemática la practica alguien con las criaturas que ha engendrado. Armendáriz se arriesga no solo a ser tópico morboso, tenebrista o predecible en territorio tan cenagoso, sino también a que el público rechace por principios ser testigos de un argumento tan ingrato.
Sería lamentable que eso ocurriera. Armendáriz ha logrado una película notable, profunda y terrible con el calvario, la confusión, el pavor, las contradicciones íntimas, el desequilibrio, las huidas y los retornos, la dolorosa incomunicación con el mundo de una mujer joven que ha pasado su infancia y adolescencia profanada en cuerpo y alma por un padre amoroso, detallista, presuntamente civilizado y encantador. Sin poder compartir ese horror con nadie (incluida una madre especializada en la imperdonable comodidad de cerrar los ojos y los oídos para no enfrentarse a una realidad infernal), refugiada en su trabajo, en un violoncello que tal vez exprese la intensidad de sus volcanes síquicos, en la compulsión de las máquinas tragaperras, en una soledad plagada de fantasmas, en la desesperación muda, en el permanente desorden físico y anímico.
La cámara de Armendáriz describe con sutileza, potencia emocional, respeto y elipsis la insondable tragedia de esta persona. Nos provoca más miedo lo que no muestra pero nos hace imaginar. Huye de lo explícito, de lo subrayado, nos ofrece muchos datos de lo que está ocurriendo captando una mirada, un gesto aparentemente leve, el tono entrecortado al pronunciar una palabra. Crea imágenes tan sobrias como perdurables siguiendo a esa persona que se cree definitivamnte rota.
Es muy turbadora la composición de Michelle Jenner. Belén Rueda, tan estrella ella, evidencia una intuición notable al aceptar interpretar un papel breve y sabroso. Lluís Homar, tan dulce, amable y turbio, consigue que detestes a su vampírico personaje. Y me impresionan la gestualidadad, las voces, la expresión, la enorme veracidad y sentimiento de ese grupo en terapia que cuentan los abusos que sufrieron de las personas que se supone debían cuidarles, y las consecuencias de aquellas impunes vejaciones en su conducta posterior. No existe en ellos ni un tic actoral, la menor sombra de impostura. Y da mucho miedo y compasión lo que ves y lo que escuchas.
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