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Columna
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La era digital: un futuro de libro

La palabra libro aún tiene resonancias solemnes. A pesar de contar su historia por milenios, desde que se escribieron los primeros rollos y papiros hasta hoy, el libro solo alcanzó en nuestros días el estatus de cosa corriente, de posesión común, o de objeto accesible y útil para todos. Hasta hace medio siglo la posesión de libros señalaba una profesión o un nivel social. Mucha gente que admiraba una estantería llena de libros en casa del médico o del cura de la parroquia apenas podía imaginar que aquellos objetos llegarían a ser accesibles para todos, no solo por la facilidad para poseerlos, sino también por la posibilidad de leerlos y apreciarlos.

Pero, en contra de las apariencias, este estatus de objeto corriente que tienen nuestros libros solo se produce en los países ricos y avanzados. Por desgracia, miles de millones de personas siguen viendo los libros como una barrera que define clases sociales, o que distancia el abismo que media entre los letrados y los analfabetos. De ahí que siga teniendo importancia el Día del Libro, en la medida en que nos obliga a reflexionar sobre el papel que este ha cumplido en nuestras vidas, y en la forma en que todavía está llamado a ser una herramienta imprescindible para el desarrollo de todos los pueblos de la tierra.

Hay que dejar a un lado el pesimismo. La tecnología puede ser una plataforma universal para el gallego

Quizá por eso, porque solo se ha hecho popular en los últimos años y porque aún no es cosa corriente en todas partes, la palabra libro conserva buena parte de su solemnidad, que la conecta con las grandes obras literarias, con los tratados fundamentales de la filosofía o con los grandes avances del saber científico. Y, por eso, estamos necesitados de incidir cada vez más en el libro accesible, cotidiano, en el libro que refleja nuestra identidad y nos sirve de puente con otras culturas, y en el libro que nos avanza el sentido de la globalidad en la que cada día nos vemos más inmersos. Eso es tanto como decir que, cualquiera que sea su transformación futura, el libro seguirá siendo un pivote esencial de todas las culturas, al que los gallegos, como parte de una cultura minorizada, aunque potente, debemos prestarle atención prioritaria.

Un libro no es únicamente un soporte cultural impreso en hojas de papel. Porque antes de imprimirlo hay que escribirlo y editarlo, algo que implica su selección y composición. Y todo esto continuará haciéndose con independencia de que los formatos finales sean convencionales -en papel- o digitales -mediante CD, online o cualquier otra solución-. Por eso estamos en un momento apropiado para recordar que el Día del Libro no es solo la fiesta de los libreros tradicionales, que distribuyen y ponen a la venta los ejemplares impresos, sino también la fiesta de quienes escriben libros, de quienes trabajan en su selección y composición, y de quienes los distribuyen en todos los formatos. Porque eso nos ayudará a entender que la era digital solo presenta una disyuntiva parcial para los soportes y, en cambio, incrementa las necesidades de contenidos, de reediciones de los libros antiguos en nuevos formatos, de la ordenación de las grandes bibliotecas virtuales y de la habilitación digital extensible a todos los grupos de lectores.

Para la lengua gallega la nueva era digital es una oportunidad, ya que el primer efecto de las tecnologías radica en abaratar los productos y facilitar el acceso a diferentes soportes. Y por eso invito a todos aquellos que tienen que ver con el libro, bien sea en términos creativos o empresariales, a que dejen a un lado el pesimismo propio de una crisis doble, que afecta, por una parte, a la producción y al consumo y, por otra, a la creación y la elaboración de contenidos. Es preciso que enfoquen el Día del Libro de 2011 como una oportunidad y como un reto, que nos permite soñar ya con una plataforma universal para nuestra cultura.

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En esta línea de renovación y cambio está trabajando la Consellería de Cultura e Turismo de la Xunta de Galicia, con plena conciencia de que las culturas que no coloquen sus libros en la punta de la ola de la era digital llegarán forzadas e inexorablemente tarde a los nuevos destinos.

Roberto Varela es conselleiro de Cultura e Turismo

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