_
_
_
_
_
Adiós al autor de 'Metamorfosis de lo mismo'
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El renegado ilustre

Pablo Neruda fue el gran anfitrión del mar de Chile, y Gonzalo Rojas fue el cicerone del profundo sur chileno. Solía decir que Sur y Ser eran un mismo verbo condenado a conjugarse siempre en presente y con los ojos cerrados, porque así lo exigía la gramática de las araucarias.

Hijo de mineros de Lebu, en el sur de las lluvias y las nieblas, hizo primero de la Universidad de Concepción una gran casa de las palabras y a su amorosa convocatoria acudieron, en los años cincuenta, las mejores voces de la literatura escrita en español.

Gonzalo Rojas acostumbraba a formular sus invitaciones con un escueto "te espero con la mesa puesta", y con ese dato bastaba para llegar hasta su casa sureña bautizada como Torreón del Renegado.

Siempre rehuyó las alabanzas y prefería ser el narrador de anécdotas que hablaban de sus días en China, en Cuba, en la patria sin fronteras del exilio alemán, en los Estados Unidos, o en los parajes de ese sur que siempre llevó como un tatuaje.

Gonzalo Rojas es uno de los últimos gigantes de la poesía chilena y, fiel a su estatura, jamás se quejó de las afrentas recibidas por la dictadura y sostenía que el Poeta o era un renegado o no era.

Lo recuerdo mientras caminábamos por las calles solitarias de Bad Hemsen, un día de invierno alemán en 1986 que, según él, "contagiaba la solemnidad de los pingüinos". Representábamos a Chile en un evento extraño llamado La Societé Imaginaire que se realizó una sola vez, y nunca supimos quién nos había invitado. De pronto, y mientras me hablaba de la urgente necesidad de regresar al sur de Chile, se acercó una estudiante alemana con uno de sus libros traducidos y le pidió una dedicatoria. Gonzalo Rojas abrió el libro, observó los numerosos versos subrayados, y escribió: "Estos versos que nacieron con muy poca esperanza son ahora más tuyos que míos".

Su legado poético ya es definitivamente nuestro, y en el sur de Chile, en su Sur Ser, bajo el cielo gris brilla una lámpara en la parte más alta del Torreón del Renegado.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_