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Crónica:COPA DEL REY | El clásico en la gran final
Crónica
Texto informativo con interpretación

Solo fútbol, y del bueno

Por encima de debates extrafutbolísticos, Barça y Madrid, dos grandes multinacionales de su deporte, proponen un pulso extraordinario entre dos métodos y dos culturas

José Sámano

No hay mayor trama futbolística que la que se decide en una ruleta. Y la Copa, como la final de otros grandes torneos, lo es. También es un depósito de sentimientos, una intriga que desborda las pasiones que ya de por sí suscita este juego. Y máxime si se retan Barça y Real Madrid, dos grandes multinacionales del fútbol, dos métodos, dos estilos, dos culturas.

Uno, el club azulgrana, como gran seductor de este deporte en estos tiempos, vivero de la selección española campeona del mundo, que defiende un ideario por encima de todo. Otro, el club madridista, reserva histórica de este deporte, que se ha capitalizado sin regateos para discutir la jerarquía coyuntural de su adversario. Un pulso extraordinario en lo deportivo que no merece emponzoñarse con disidencias sobre himnos y banderas, debates cavernarios en los que el fútbol es solo una excusa para remover las cloacas del pasado. Entre Madrid y Barça, Mourinho y Guardiola, Cristiano y Messi, solo hay un maravilloso espectáculo en juego. Una fiesta sublime, nada más, por mucho que haya quien se empecine en llevar el duelo al paroxismo extradeportivo.

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Ya desde lo futbolístico la cita tiene un interés extraordinario. El Madrid, por discutible que sea incluso para su presidente de honor, Alfredo di Stéfano, creyó encontrar el pasado sábado (1-1) un formato con el que evitar otra cornada barcelonista. Y Mourinho, por lo que dijo ayer a los medios de comunicación, siente haber salido reforzado. En su imaginario, la militancia madridista ha entendido su estrategia táctica, mientras que la prensa es el demonio a exorcizar. El Barça, cuyo estilo no admite discusiones internas ni externas, tendrá que vacunarse tras lo visto en Chamartín.

La Copa no es un encuentro episódico. Las finales se juegan para ganar, pero el método importa y una puesta en escena cautivadora no es un simple premio de consolación. Al menos así lo era en este fútbol español que se enorgullecía hace solo diez meses tanto del fin en Sudáfrica como de los medios. O en aquellos tiempos en los que la Quinta del Buitre, por ejemplo, se ganó un merecidísimo escaño en la historia pese a su destierro en la Copa de Europa. Con Mourinho al frente, en la diana del Madrid solo existe el resultado. Nada extraño, para eso fue contratado el entrenador portugués, no para crear escuela. El Barça, con más años de recorrido, sí es académico, pero si cediera el liderazgo a su rival en los marcadores también sentiría la sacudida.

Uno y otro llegan a la gran cita de Valencia con muchas sospechas tras su vista del pasado sábado. Guardiola, con Pinto y diez más y se supone que con alguna nueva pócima para superar la trinchera que le plantaron a su equipo en el Bernabéu. Y otra para contrarrestar el juego aéreo, en el que el Madrid fue muy superior. Mourinho, por su parte, llega con la veta de Pepe en el dique ya explotada y pensándose un truco con Cristiano Ronaldo, al que podría hacer jugar como único punta para rescatar a Özil como guía. Llegados a ese punto, el Madrid, cuyo entrenador rogaba en enero un ariete, jugaría su primera final de la temporada con los tres que tiene en el banquillo: Higuaín, Benzema y Adebayor. Pero en la retina del portugués también permanecen los últimos minutos del togolés ante el Barça, al que atribuye buena parte del repunte final del equipo en el último clásico. Con el duelo táctico de fondo, los dos equipos acuden al segundo asalto de abril tras un primer combate algo camorrista, incluso entre vecinos de Viena y Johanesburgo. En una batalla maratoniana, las cuentas pendientes se acumulan, sobre todo si abunda la pirotecnia externa. Para ello no hay mejor cartel que un simple Barça-Madrid, Madrid-Barça. Solo fútbol, y del bueno. A disfrutar.

Pepe, entre Villa y Busquets en el clásico del sábado.
Pepe, entre Villa y Busquets en el clásico del sábado.SUSANA VERA (REUTERS)

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.
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