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Arte vasco en San Sebastián a través del tiempo y el espacio

"Ultramar es más que una exposición". La muestra, abierta hasta el próximo 3 de julio en la Sala Kubo de San Sebastián, reúne cerca de 200 obras, las últimas adquisiciones de Kutxa entre 2008 y 2010, valoradas en unos 20 millones. Y es más que una exposición, como explicó ayer su comisaría, Nekane Aramburu, porque intenta aunar, a través de diversos niveles de interpretación pinturas, fotografías y esculturas de muy diversos autores y épocas, un mismo discurso.

La muestra aspira a ser un recorrido por la evolución del arte vasco, especialmente el guipuzcoano, a través de las últimas décadas, aunque las piezas expuestas abarquen otros siglos, y haya obras firmadas por pintores como Joaquín Sorolla y fotógrafos como Robert Capa. Pero en Ultramar, como insistió en varias ocasiones Aramburu, todo va más allá. Desempeña un papel esencial el espacio que acoge la exposición, la Sala Kubo, dentro del Kursaal, que en el juego interpreta el papel de nave nodriza en la que viajar a través del espacio y el tiempo por los ocho capítulos en los que se divide la muestra.

La muestra de la Sala Kubo reúne cerca de dos centenares de obras

En El fondo, el primero de estos capítulos, pinturas y fotografías, todos retratos, modernos y antiguos, compiten en igualdad de condiciones. Googlegrama: Homeless (2005), de Fontcuberta, conforma una imagen de un vagabundo a través de instantáneas de otras personas, y se codea con un óleo de la reina María Cristina, firmado por Ignacio Ugarte, en 1896. Una muestra de socialización del arte, según los responsables de la exposición, también ejemplificada, como explicaron, en el hecho de que Kutxa haya decidido mostrar sus últimas adquisiciones y compartirlas con la gente, en vez de reservarlas a los despachos o salas nobles de la entidad.

Tocar el espacio con las manos reúne esculturas de Oteiza, Chillida y Basterretxea, entre otros. Mientras que La imagen como ancla recopila fotografías de los años treinta, un punto de inflexión, entre la Belle Epoque de los años precedentes y el oscurantismo de la guerra, como es la imagen de una Gernika recién bombardeada, de Sigfrido Koch.

Las marinas protagonizan el capítulo A través del mar, la esperanza y el exilio. El mar, capital en la historia de Guipúzcoa, cobra otro sentido con la huida como es el caso del pintor Flores Kaperotxipi.

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El capítulo El nudo de las tormentas gira en torno a los años setenta con Pedro Chillida, Darío Villalba y Alejandro Garmendia en una especie de búsqueda "del yo profundo" y con Giros de timón, se regresa a la tierra de los ancestros de la mano de Dora Salazar y Jesús Mari Lazkano. La muestra la cierra Tras los tiempos, una reflexión sobre el espacio y la eternidad.

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