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Reportaje:

El terrorista que vivía fuera de sí

Thierry, el jefe de ETA autor de las actas de la banda terrorista, es fanfarrón, ciclotímico y sufre de manía persecutoria desde que estaba en ETApolítico-militar

Luis R. Aizpeolea

El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, no olvida el 11 de diciembre de 2006. Ese día almorzó en un restaurante de Oslo, en las proximidades del hotel en que se reunía la delegación del Gobierno y la de ETA, con el jefe político de la banda y autor de las actas de ETA, Javier López Peña, Thierry. Eran custodiados por policías noruegos y servidos por un camarero valenciano.

Aquel almuerzo, propuesto por el jefe etarra y al que Eguiguren accedió por si abría algún resquicio en el bloqueo de aquellas conversaciones, sirvió, al romper las formalidades de los encuentros de las delegaciones, para revelar el grado de delirio de ETA, representada por un personaje como Thierry.

Fanfarrón y ciclotímico, en cuanto se sentó con Eguiguren, alardeó de su poder en ETA. Presumió que lo que él dijera en las conversaciones "iba a misa". Se jactó del poder de la banda terrorista al asegurar que la extorsión la pagaban decenas de miles de personas y que ETA podía "atentar dónde y cómo quisiera", insinuando que disponía de mecanismos muy sofisticados. Y que si se rompía el proceso de diálogo, iniciado un año antes con otro interlocutor de ETA, José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, al que Thierry desplazó, "esto va a ser Vietnam".

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Thierry saltaba de la amenaza a la exaltación y tan pronto se veía en un gobierno de coalición con su interlocutor como le decía, en tono mafioso, que si tenía enemigos, que lo dijera, para luego volver a amenazar.

Cuando Eguiguren le comentó los problemas que planteaba en la opinión pública que el Gobierno adoptara beneficios penitenciarios para los presos, incluso si la banda terrorista abandonaba las armas, respondía que para la banda tenía preferencia el terrorista que había matado sobre el que había quemado un autobús. O advertía de que ETA no toleraría que el PNV capitalizara el negocio del tren de alta velocidad.

Thierry alardeó, también, de que si el Gobierno no transigía en la negociación, lo intentaría con el PP, como sucedió años atrás. En el curso de aquella insólita conversación, Thierry deslizó que ETA cometería algún atentado en respuesta a las detenciones de sus miembros que las Fuerzas de Seguridad realizaban durante la tregua. Aquello sonó como una fanfarronada de Thierry, pero 15 días después, ETA atentaba en Barajas.

Thierry impregnó las conversaciones en la mesa oficial con el Gobierno del mismo lenguaje del absurdo. Protestaba porque hubiera habido maniobras militares en Zestoa (Guipúzcoa) o porque la delegación gubernamental citaba Euskadi en vez de Euskalherria y eso significaba "abandonar Navarra".

Pero Thierry maniobraba para no abordar el objetivo de la reunión: iniciar la negociación de paz por presos, establecida en la hoja de ruta del proceso acordada entre Eguiguren y el desplazado por Thierry, Josu Ternera, meses antes. Quería un acuerdo político previo que el Gobierno rechazaba.

Al acabar las sesiones, el 15 de diciembre, la delegación gubernamental comentó a Thierry, ya en el vestíbulo del centro de reuniones, que en Madrid decían que se había roto la negociación. Thierry se puso a dar gritos diciendo que le querían detener.

Aquella actitud no era nueva en Thierry, que arrastraba una manía persecutoria desde su militancia en ETA político-militar. Algunos ex compañeros le recuerdan tirando su documentación al río, preso de un ataque de pánico. Thierry rompía la tipología de los líderes veteranos de ETA, como el fallecido Txomin Iturbe o Josu Ternera.

Para los interlocutores del Gobierno, Thierry era un desconocido. Contaba con 48 años de edad, diez menos que los históricos. Procedía de ETA político-militar y había pasado un tiempo en Cuba. Antes de huir, en 1980 participó en el frustrado asalto a la cárcel de Basauri (Vizcaya) para liberar a varios etarras, entre ellos a Arnaldo Otegi, entonces de ETA político-militar.

A su regreso, se incorporó a la dirección de ETA, aprovechando el vacío de poder por las sucesivas redadas policiales. Fue responsable de los zulos. Después, de los grupos de reserva y ya en 2006, en los albores del diálogo con el Gobierno, saltó a la dirección política de la banda. Fue un dirigente por eliminación.

Thierry representa a una ETA en muerte clínica. Durante el proceso de paz, la dirección estaba enfrentada entre los dos principales aparatos de ETA, en una lucha por el poder: el militar, dirigido por Garikoitz Aspiazu, Txeroki, y el político, dirigido por Thierry.

Txeroki fue el primero de los nuevos dirigentes de ETA que alcanzó ese puesto sin apenas formación. Su currículum era la kale borroka. Menospreciaba la política, generando serias fricciones con Batasuna. A su vez, Thierry, como jefe del aparato político, tenía como misión marcar las directrices a los enviados de Batasuna y controlar sus movimientos, pero no lo logró.

Los textos intervenidos por la policía reflejan su lucha por el poder. En ese contexto, en las actas de Thierry -dadas a conocer por EL PAÍS-, el jefe del aparato político exagera la fortaleza de ETA y la debilidad del Gobierno en las conversaciones de paz para hacerse valer.

Pero Thierry pierde la batalla. Se le acaba reprochando en ETA su ineficacia: el aparato de información era incapaz de proporcionar datos de objetivos y el de falsificación no funcionaba. Y tampoco funcionaba su influencia en Batasuna.

Un texto de la gente de Txeroki, de enero de 2008, señala: "Ya no es ningún secreto la falta de cohesión en la dirección, la incapacidad de elaborar líneas comunes. Da vergüenza ser tan incapaces. Se ha acabado, es hora de poner todas las cartas sobre la mesa (...). Hemos pasado de sacar en nuestros comunicados la realidad en toda su crudeza a decir mentiras". Thierry responde: "Las amenazas y mentiras que en el mismo aparecen tienen que ser analizadas con la firmeza que se merecen". Los dos se acusan de provocar la escisión.

Cuando la crisis está en su punto álgido, el 20 de mayo de 2008, las Fuerzas de Seguridad detienen a Thierry en Burdeos (Francia), escondido en un auténtico cuchitril. Seis meses después, también en Francia, detienen a Txeroki. La guerra interna facilita la caída de los comandos. Y acelera el alejamiento de Batasuna de una ETA terminal.

Detención el 20 mayo de 2008 de Thierry, en la localidad francesa de Burdeos.
Detención el 20 mayo de 2008 de Thierry, en la localidad francesa de Burdeos.PATRICK BERNARD (AFP)

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