Antes de que el diablo...
Hace apenas dos o tres años Sidney Lumet estrenó su última película rodada con la más moderna tecnología digital, como siempre con rotundidad y precisión y dando una nueva lección magistral en su dirección de actores. Era el último representante en activo de la llamada "generación de la televisión", medio en el que se formó como narrador.
Lumet ha sido para algunos de nosotros un maestro, sin ningún rastro onanista de autocomplacencia, dedicado siempre con honradez a buscar la forma cinematográfica adecuada a cada relato. "El buen estilo es el que no se ve", proclama en ese libro fundamental que nos regaló y que se titula Making movies. Un libro que no da fórmulas ni esquemas mágicos, sin chorradas ni mentiras, como la mayoría de sus películas.
Perdemos a un cineasta, discutible para algunos apóstoles del ruido y del adorno, pero un cineasta que para muchos es un maestro del rigor; narrador discreto, sincero, directo, nítido, eficaz, duro y honesto. Moral. Un cineasta de mirada frontal sobre lo contemporáneo que quiso y supo ser testigo imprescindible de su época.
Lumet siempre trató de hacer películas para gente adulta e inteligente. Trató al espectador como a un igual y nunca pensó que fuéramos un rebaño de imbéciles. En estos tiempos frívolos y aterradores que vivimos muchos le echaremos de menos.Ahora que la industria del cine norteamericano parece querer inclinarse definitiva y exclusivamente del lado del espectáculo banal, su muerte es un epitafio del compromiso moral que implica dedicarse a contar las historias de nuestros semejantes.
Gracias por todo maestro. Saluda al diablo de nuestra parte antes de que nos diga que hemos muerto. Todos.
Enrique Urbizu es director de cine.
Babelia
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