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Columna
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La conversión de Jordi Pujol

Enric Company

Es llamativa la ausencia de reacciones a la última toma de posición pública de Jordi Pujol. Que una personalidad con una trayectoria como la suya haya abrazado la causa del independentismo no debiera ser considerado una simple anécdota personal. Pujol fue uno de los protagonistas de la transición a la democracia en España, líder del nacionalismo catalán durante décadas, corresponsable de la asunción del modelo constitucional autonómico por Cataluña y protagonista principalísimo de su puesta en práctica. Que 32 años después de ser elegido presidente de la Generalitat, Pujol se haya convertido al independentismo es, por lo menos, un indicio de que el autonomismo pierde pie allí donde tenía su base principal.

¿Se pasará también al independentismo todo el centro derecha que ha seguido siempre a Jordi Pujol?

La viabilidad de la España plurinacional ha perdido un importante valedor y quienes primero debieran lamentarlo son aquellos que apostaron por ella, en Cataluña y en España; aunque de momento parece que no es así, que apenas hay eco. Y menos en Madrid. Quizá sea porque el espectro mediático español está prácticamente monopolizado por el viejo centralismo y este siempre creyó que, en el fondo, un nacionalista como Pujol tenía que ser independentista aunque apostara por el autonomismo. Como si lo tuvieran descontado. Por otra parte, a la vista está que el unitarismo españolista se siente pletórico, envalentonado, y ya no considera a Pujol como un peligro político. Actúa desde la seguridad de que el pleno control del Tribunal Constitucional y de los demás órganos centrales del Estado, cuya composición ha escapado a la lógica del modelo autonómico, le garantiza la reducción de las nacionalidades a meras variedades regionales, residuos históricos, aromas del terroir, que dirían en Francia. El desenlace de la batalla por el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña lo proclamó a los cuatro vientos. La conversión de Pujol al independentismo indica que también el expresidente catalán lo entiende así.

Pero, si Pujol fue durante 35 años la principal figura política del autonomismo catalán, su caída del caballo abre algunos interrogantes. Es pertinente preguntarse en qué medida quienes le siguieron en el pasado van a continuar siguiéndole a partir de ahora. ¿Se convertirá al independentismo todo el centro derecha nacionalista? ¿Van a alejarse de CiU los electores no independentistas? Y, al revés, ¿la opción de CiU se hace ahora más atractiva para los independentistas? Este deslizamiento de Convergència ¿facilita la unificación del independentismo? ¿desplazará a Esquerra Republicana como principal referente electoral de este segmento social?

Se conoce ya una parte de la respuesta a estas preguntas. El resto necesitan tiempo. Toda o casi toda la dirección del partido fundado por Pujol, Convergència Democrática, se ha pasado al independentismo, incluido el actual presidente del partido, y del Gobierno catalán, Artur Mas. En cambio, a Josep Antoni Duran Lleida, líder de Unió Democratica, el segundo partido de la coalición CiU, le ha faltado tiempo para salir al paso de la deriva de su socio, rechazarla y ratificarse en la concepción confederal de España que guía al partido democristiano desde 1932. Duran se sitúa en la más estricta coherencia con su partido. Pero, al mismo tiempo, coloca a la coalición de CiU en la ambigüedad, la ambivalencia que le permite presentarse a la vez como independentista y como no independentista. Más típico de CiU no puede ser.

La decisión de Pujol llega, por lo demás, la misma semana en que una macroencuesta muestra la extraordinaria complejidad de la sociedad catalana de este principio de siglo, hasta el extremo de que el idioma catalán es la lengua materna de solamente el 35,3% de los ciudadanos del país. Sin embargo, otras encuestas recientes, como la del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat correspondiente al primer trimestre de 2011, indican que mientras que el 62% de ciudadanos consideran insuficiente el grado de autonomía de Cataluña, el 24,5% se declara partidario de la independencia de Cataluña.

Está por ver qué parte de los insatisfechos siguen los pasos de Pujol y engrosan la cuota de los independentistas. La invitación ya ha sido cursada.

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