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Columna
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Funerales S.A.

Nunca he sido un gran aficionado a las películas que narran entierros y funerales en clave de comedia. Siempre he entendido que la incómoda mezcla de la muerte y la risa contiene una potencia inusitada y oigo con una sonrisa las anécdotas de amigos que han tenido incomprensibles ataques de risa durante un funeral. Pero quizás no entraba del todo en esas historias porque no había vivido el proceso funerario demasiado de cerca. Lamentablemente hace poco, con la muerte de mi tío Juan Carlos Eguillor, he vivido en primera persona la mecánica funeraria y es cierto que es material de primera para la comedia. Quizás lo cuente para maquillar la tristeza que me produce la desaparición de mi tío y porque sé que a él estas cosas también le hacían mucha gracia.

Lo primero que me llamó la atención de este proceso es la elección de politonos en los móviles de los profesionales que suelen atender estos casos (sanitarios, policías, agentes funerarios). Si tu trabajo consiste en vender ataúdes es extraño que te suene el móvil con el Waka-waka a todo volumen. No es algo que critique. Suficiente tiene este hombre con su trabajo para que encima haya que obligarle que en su teléfono vibre al ritmo del Réquiem de Mozart. Sólo digo que es cómico estar decidiendo la leyenda de la corona de flores y de repente oír a Shakira dándolo todo por un iPhone.

Nunca había estado en un tanatorio ni sabía que alrededor de un fallecimiento puede haber tanto merchandising. Aparte de los retratos funerarios a pastel lo que más me llamó la atención es la existencia de una revista especializada que se llama Adiós. Ni que decir tiene que su temática es única y obsesiva. Incluso se permiten juegos de palabras con las secciones: De tumba en tumba, Tanatocuentos... Además Adiós también contiene trazos reivindicativos. Un reportaje denuncia la proliferación de ataúdes chinos de mala calidad que podrían acabar con el negocio del ataúd español, una industria, que como muchas otras en nuestro país, se encuentra en crisis.

Otro detalle que me llamó mucho la atención en el cementerio es que durante la cremación del fallecido un conjunto musical toca temas que acompañan el acto. Supongo que habrá un momento en que te acostumbras pero me imagino el mal rato de un chaval que lleva toda la vida en el conservatorio aprendiendo a tocar la flauta travesera. Fantaseo sobre su vida cotidiana, en la que conoce a una chica en un bar y ella le pregunta a qué se dedica. "Soy músico", diría él. La chica preguntaría si toca en alguna orquesta. Y él tendría que preparar una explicación muy complicada sobre su trabajo en el cementerio de la Almudena. Es un buen punto de partida para una comedia. A mi tío le habría hecho gracia.

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