"Para nosotros el Goya es fundamental"
A Matías Bize los microespacios le dan la vida. A él no le suena a tópico, sino que se regodea en ello y suelta un par de carcajadas cuando se le inquiera por posibles problemas de presupuesto o de claustrofobia. El cineasta chileno (Santiago, 1979) está levantando un imperio que hunde sus raíces en lo mínimo: dos personajes, mucho diálogo y un ufanarse en el escenario escueto. Con su debut en un largo, En la cama (2005), el encuentro entre dos extraños en una habitación de hotel en una noche de pasión, sexo y diálogos filosóficos, ganó la Espiga de Oro de Valladolid. Se convirtió en obra de teatro, primero, y en base para Habitación en Roma, de Julio Medem, después. "Me gustó mucho, le dio una vuelta e hizo propia la trama. Le felicito".
"En la cama' hablé del inicio del amor; aquí, del posenamoramiento"
"Para mí lo importante son los sentimientos. Y como en esta ocasión hablo del reencuentro de una expareja, he decidido montar un fondo abstracto, una fiesta de la que vemos muy poco, un tiempo del que no sabemos la fecha... salvo que hace diez años que no se ven. Así el espectador no se distrae". No es una continuación de En la cama, aunque podría funcionar como otra cara de la visión de Bize sobre las parejas. "Pensé en jugar con las ideas que había En la cama: si allí era el inicio de un enamoramiento, aquí es el posenamoramiento, la década posterior, que el espectador asista a esa esgrima verbal, a esos intentos peterpanistas de volver a lo vivido".
Es curioso cómo los nuevos cineastas chilenos no se cortan en hablar de los sentimientos; la generación que comandan Bize y Andrés Wood entran a saco en sus guiones en palabras serias como el amor, el dolor, la separación... Mientras que algunos cineastas españoles padecen vergüenza ajena crónica, los argentinos y los chilenos no tienen problemas: "Es cierto en cuanto a los chilenos, de los otros no sé tanto como para opinar. A mí no me importa nada, es más, los necesito como base para mis guiones, no escondo lo que siento y vivo. Obviamente mis películas no son autobiográficas, pero mis sentimientos están ahí. Y sin ellos no puedo hacer cine".
Bize reconoce con tono cantarín que o mucho cambian las cosas o sus películas seguirán por esa senda: ascetismo escénico, intensidad emocional. "Aquí en Chile ya he estrenado La vida de los peces [en España llega a los cines hoy] y ha sido un éxito inmenso, con una taquilla formidable. Me reafirma en el proceso".
Y si los chilenos le abandonaran en el camino, siempre le quedarán los festivales y los premios. Al chileno este trajín cinematográfico siempre le ha favorecido. Su última conquista ha sido el Goya a la mejor película hispanoamericana, que obtuvo hace un par de meses. "Tengo mucha suerte. Ustedes no son conscientes de la importancia del Goya, porque abre muchas puertas, ayuda a la distribución de la película en otros países, incluso impulsa su lanzamiento en España. Para Hispanoamerica es un trofeo fundamental, al que se llega después de muchas cribas". Y Bize las pasó.
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