Ciudadanos, a volar

Ayer no fue una fecha cualquiera. Gracias a la nueva ley electoral, podría convertirse en una jornada de punto y aparte, en un hito que pondría fin al mundo según se conoce y que, acto seguido, daría paso a otro diferente. En él, tendremos campaña electoral, pero no inauguraciones de obras públicas. Por lo menos hasta que se constituyan los nuevos Ayuntamientos y Parlamentos autónomos de los que saldrán, respectivamente, las nuevas Diputaciones y también los nuevos Gobiernos regionales. Hasta entonces, y por orden de la ley, ni una sola cinta ni una sola tijera más, ni un solo alcalde ni presidente autonómico ataviado con casco de obras, ni un solo discurso invocando el futuro junto a una infraestructura, lo mismo da que sea faraónica o sencillamente necesaria. Para algunos dirigentes será un contratiempo; otros, en cambio, han decidido aprovechar la obligada abstinencia para llevar a cabo experimentos por los que la humanidad les deberá estar eternamente agradecida.

Las urgencias por inaugurar mientras se puede llevaron al presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, a cortar la cinta de un aeropuerto provincial el pasado viernes. Un aeropuerto con su terminal, su pista y su torre de control, en el que lo único que falta es el pequeño detalle de los aviones. Para el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, presente en la ceremonia y consciente de que asistía a un experimento, la apresurada inauguración del aeropuerto se debió a que Fabra es "un visionario". A falta de los aviones, éste dijo que el aeropuerto de Castellón servirá para que los ciudadanos se paseen.

Quizá Francisco Camps se haya precipitado en el elogio. Pero qué diremos el día en que alguno de los ciudadanos que acudan a la llamada de Fabra para pasear por la pista del recién inaugurado aeropuerto de Castellón tome carrerilla, extienda los brazos y, alehop, se eche a volar. Eso sí que marcará un antes y un después, eso sí que hará del 28 de marzo una fecha digna de permanecer en los anales. Y todo gracias a la ley electoral y a un dirigente político que, como Fabra, hace de la necesidad virtud y no se arredra ante el obstáculo de que los seres humanos no tengan alas.