El lado oscuro de Céline
Leo con atención el artículo de Aurelio Arteta sobre la no celebración en Francia del cincuentenario de la muerte de Céline que, de alguna manera, sería una respuesta al que publicara Vargas Llosa hace unas semanas en las páginas de su mismo periódico. Vaya por delante mi absoluto acuerdo con el Nobel peruano a este respecto y mi sorpresa ante la posición de Arteta (profesor y autor que me merece todo el respeto), quien, en mi modesta opinión, mezcla lo literario con lo ético o moral.
Sin duda alguna, la posición antisemita de Céline nos sitúa ante un personaje despreciable desde el punto de vista moral, pero eso nada nos dice de su altura artística. Dos de las novelas de este autor, Muerte a crédito y Viaje al fondo de la noche lo sitúan entre los nombres más importantes de la literatura francesa del siglo XX (junto a Marcel Proust y Albert Camus). Y eso es, a mi juicio, innegable.
Mezclar arte (o literatura) y moral podría llevarnos a un moralismo peligroso. Los artistas, los escritores, los filósofos (pensemos en Heidegger y su militancia nazi) son seres de carne y hueso y al igual que la inmensa mayoría de los mortales guardan secretos inconfesables, episodios de su vida nada edificantes, situaciones personales mezquinas, etcétera. Todos "guardamos algún cadáver en el armario": no somos santos y la mayoría de los artistas ni tan siquiera lo pretenden.
Entiendo la posición de Aurelio Arteta pero no la del Gobierno francés. Céline seguirá siendo uno de los grandes escritores galos y sus libros se seguirán leyendo se celebre o no el cincuentenario de su muerte. De hecho, esa es, sin duda, la verdadera celebración.
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