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EE UU mantendrá la política de su exembajador en México

Carlos Pascual renuncia a causa de los cables de Wikileaks

¿Sirve para algo un buen embajador si está enfrentado al presidente del país en el que está destinado? Washington entiende que no. El sábado por la tarde, la oficina de Hillary Clinton, secretaria de Estado de EE UU, emitió un comunicado en el que, además de aceptar la renuncia de Carlos Pascual, dejaba claras dos cuestiones: Pascual ha sido un buen embajador en México, pero su enfrentamiento con el presidente Felipe Calderón a raíz de la publicación de los papeles de Wikileaks convirtieron en imposible su permanencia en el cargo.

La sucesión de hechos es la siguiente: el 2 de diciembre pasado, EL PAÍS publicó una serie de despachos del Departamento de Estado filtrados por Wikileaks. Uno de ellos, firmado por el embajador Pascual el 17 de diciembre de 2009, informaba de la caída del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva. Pascual aseguraba que la operación fue posible gracias a la información entregada por los servicios de inteligencia de EE UU a la Marina mexicana, pero no se quedaba ahí. "Nuestros servicios", escribió el embajador, "transmitieron la información originalmente al SEDENA [Ejército], pero se negó a actuar con rapidez y reflejó una aversión al riesgo que ha costado a la institución una victoria principal contra el narcotráfico". Al presidente Calderón aquellas palabras del embajador, junto a otras que hablaban de corrupción y descoordinación, le supieron a cuerno quemado.

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A pesar de los esfuerzos de los servicios diplomáticos de ambos países, las relaciones entre Calderón y Pascual quedaron definitivamente rotas. Ni siquiera se dirigían la palabra. La tensión saltó por los aires a principios de mes, durante una visita de Felipe Calderón a Washington para entrevistarse con el presidente Barack Obama.

Antes de la reunión, el mandatario mexicano se reunió con un grupo de periodistas de The Washington Post y les transmitió lo que ya había dicho antes a un diario mexicano: "La ignorancia del señor se traduce en una distorsión de lo que ocurre en México y molesta a nuestro equipo".

A pesar del enojo de Calderón, el embajador Pascual no es ningún ignorante. Nacido en Cuba en 1959, formado en Stanford y en Harvard, desempeñó importantes cargos antes de recalar, en 2009, en México. La lectura de sus muchos y bien documentados despachos habla precisamente de sus buenas fuentes de información, de su alta capacidad de trabajo y de su disposición a pisar el terreno.

Pero, en un cable escrito para no ser leído en público, el embajador norteamericano llamó lento y cobardica al Ejército mexicano. Y eso Calderón no lo podía aceptar. Sobre todo porque su batalla contra el crimen organizado depende en gran medida de que los militares sigan manteniendo la moral alta. Washington, finalmente, decidió sacrificar al embajador Carlos Pascual, aunque dejando claro que su línea de actuación seguirá vigente "durante décadas". Aquí paz y después... lo mismo.

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Carlos Pascual.
Carlos Pascual.

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