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Tribuna:laboratorio de ideas
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Los dividendos de la democracia

José Luis Leal

Si hay algo que no le venga bien a la economía española -ni a la mundial- es un brusco aumento de los precios del petróleo cuyos efectos a corto plazo hemos comenzado a sentir. A medio y a largo plazo, sin embargo, la revolución en Oriente Medio que estamos presenciando podría tener, si los sublevados contra las dictaduras consiguen instaurar regímenes democráticos, efectos positivos sobre las economías de los países importadores de petróleo.

La magnitud estimada del impacto del aumento de los precios del crudo sobre nuestra economía es de unos 6.000 millones de euros por cada 10 dólares de incremento del precio del barril de petróleo, lo que equivale a seis décimas del PIB. Es un impacto importante que deriva de la fuerte dependencia energética de nuestro país, resultado de muchos años de descuido en la búsqueda de una mayor eficiencia en la utilización de la energía. La comparación con la media de la Unión Europea es muy esclarecedora: de 1990 a 2007 la dependencia energética de la UE pasó del 44,5% al 53,1%, mientras que en España pasó del 64,3% al 79,8%; la intensidad de energía por unidad de PIB se redujo un 27,5% en la UE, aunque que en España permaneció constante, y el consumo de energía por habitante creció en la UE un 7,7%, mientras que en España lo hizo en un 42,3%. A pesar de ello, el consumo medio de energía per cápita en España era en 2007 inferior a la media europea. La convergencia económica explica una parte, pero solo una parte, de esta evolución. Tenemos un grave problema energético que viene de lejos y al que los sucesivos Gobiernos no han sabido dar respuesta.

La demanda interna será negativa este año y el crecimiento solo podrá venir de la exportación
El comportamiento de las exportaciones en los últimos meses permite un cierto optimismo

Los supuestos en los que se basan las previsiones del Gobierno (un crecimiento del PIB del 1,3% para este año) han quedado desfasados: por lo que se refiere al petróleo, el Gobierno pensaba que este año el precio del barril se situaría en 81,8 dólares, cuando actualmente fluctúa en torno a 115 dólares. En la actualización realizada por la Unión Europea de sus previsiones para 2011, publicada hace unos días, el precio del petróleo se fija en 101,6 dólares por barril, y los tipos de interés a corto plazo, en un 1,5%, dos décimas más que el Gobierno. Estas cifras han quedado superadas y, además, por si hubiera alguna duda sobre la evolución futura de los tipos de interés, el Banco Central Europeo ya ha anunciado su disposición a subirlos si se consolidan las expectativas inflacionistas suscitadas por el aumento del precio del petróleo.

Ante esta situación, el Gobierno ha lanzado unos mensajes contradictorios ya que, por una parte, ha comenzado a poner en práctica un plan de ahorro de energía, mientras que, por otra, ha recomendado a las familias que ahorren menos y consuman más. Pero para que las familias se decidan a reducir su tasa de ahorro es preciso que tengan confianza en el futuro. Tras el fuerte aumento registrado en 2009, el ahorro volvió (al menos con los datos de los tres primeros trimestres de 2010) a tasas cercanas a las tradicionales. El problema actual consiste en que, dadas las perspectivas de empleo y la necesaria contención salarial para mantener la competitividad de la economía española, la renta disponible de las familias crecerá muy poco este año, por lo que para alcanzar no ya el improbable 1,7% de crecimiento real del consumo previsto por el Gobierno, sino el más modesto 0,9% anunciado por la Unión Europea para España, será preciso un nuevo descenso de la tasa de ahorro, si bien de menor entidad que el registrado el año pasado. Si a esto se añaden las consecuencias del previsible aumento de los tipos de interés es fácil llegar a la conclusión de que es poco probable que las familias reduzcan su tasa de ahorro hasta compensar plenamente la incidencia del aumento de los precios del petróleo sobre sus rentas, lo que equivale a decir que la demanda interna volverá a ser negativa este año y que el crecimiento de la economía solo podrá venir de las exportaciones. A todo ello que hay que añadir alguna duda sobre la conveniencia de que se reduzca drásticamente la tasa de ahorro de una economía en la que el endeudamiento privado es muy elevado y constituye un poderoso motivo de desconfianza para los mercados en los que se negocia nuestra deuda.

El comportamiento de las exportaciones en los últimos meses permite un cierto optimismo que podría reforzarse, con suerte y a medio plazo, si la revolución por la que atraviesa el mundo árabe conduce hacia regímenes democráticos, algo que todos deseamos, pero que es prematuro pronosticar. La caída de los dictadores, en su mayoría cleptómanos, obligará a los nuevos dirigentes a gobernar de otra manera y a combatir la extremada desigualdad de rentas en esos países, lo que a su vez podría impulsar un aumento de las importaciones procedentes de los países más avanzados. Este efecto ya se está produciendo en algunos países árabes, que para prevenir el riesgo de posibles revueltas han anunciado planes importantes de gasto social que en otras circunstancias habrían sido impensables. De ser así, las consecuencias a medio plazo del aumento de los precios del petróleo podrían ser diferentes de las que han tenido lugar en el pasado.

Desde el punto de vista económico es preferible una demanda generalizada y estable de bienes de consumo que una fuerte demanda de productos de lujo, de armas y de bienes inmuebles en algunas de las grandes ciudades del mundo. Dicho de otra manera, el reciclaje del dinero del petróleo podría ser más general y más rápido que hasta ahora si las dictaduras son sustituidas por regímenes democráticos. En cierta medida, estos serían, para los países árabes, en primer lugar, y después, para todos los países del mundo, los "dividendos" de la democracia. Hay que subrayar que no es algo que vaya a producirse de la noche a la mañana: habrá pasos adelante y pasos atrás, habrá ensayos, pruebas y errores, pero la dirección del movimiento hacia la democracia parece clara. Los jóvenes árabes, en su lucha por la libertad, la dignidad y la justicia saben que también luchan por su bienestar. Tal vez debamos añadir, desde los países avanzados, que a medio plazo también es posible que estén luchando por el nuestro.

José Luis Leal fue ministro de Economía y presidente de la Asociación Española de Banca Privada.

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