Japón emerge de los escombros
El Gobierno de Tokio lucha contra la devastación con un enorme dispositivo de rescate que desplegará 100.000 soldados, 300 aviones y 40 barcos
Japón estaba ayer en estado de choque a consecuencia del terremoto sufrido el viernes pasado, que provocó un tsunami con olas hasta de 10 metros de altura que arrasaron la costa del noreste del archipiélago. El Gobierno puso en marcha un enorme dispositivo de salvamento, que contará con el despliegue de 100.000 soldados, 300 aviones y alrededor de 40 barcos.
Los supervivientes en las zonas devastadas se apiñaron en los refugios y acopiaron alimentos ante la incertidumbre sobre lo que tardarán en llegar nuevos víveres, mientras los equipos de rescate buscaban gente entre las casas sumergidas, los coches reventados y los barcos arrastrados por las aguas.
Más de 1.700 personas fallecieron o desaparecieron -aunque la policía japonesa cifra en 900 el número provisional de muertos, en un balance hecho público esta madrugada- y 300.000 han sido evacuadas de sus hogares, una buena parte de ellas ante la amenaza de radiación de dos plantas nucleares que resultaron dañadas.
El agua se internó hasta 10 kilómetros tierra adentro con casas y escombros
Las bulliciosas calles centrales de Tokio parecían barrios fantasmas
Más de cinco millones personas se han quedado sin electricidad y más de un millón de hogares no tienen agua corriente. El seísmo, de magnitud 8,9 en la escala de Richter, es el mayor que ha sufrido Japón desde que comenzó a registrar datos hace 140 años.
Las imágenes aéreas mostraron edificios arrancados de cuajo y coches y trenes desparramados como si fueran juguetes de plástico por la fuerza de las olas en los alrededores de la ciudad de Sendai, situada unos 300 kilómetros al norte de Tokio y a solo 130 kilómetros del epicentro. En Sendai, que tiene alrededor de un millón de habitantes, han sido encontrados alrededor de 300 cadáveres. El barrio de Wakabayashi, que da al mar, quedó convertido en un pantanal. La mayoría de sus casas resultaron barridas. El mar arrojó dos kilómetros tierra adentro contenedores del puerto, transformados en arietes mortales.
En algunos lugares, el agua cargada de casas ardiendo y escombros se internó 10 kilómetros tierra adentro. Cientos de barcos de pesca, muchos de ellos boca arriba, acabaron en campos de cultivo. Un tercio de la ciudad de Kesennuma, que tiene una población de 74.000 personas, está bajo las aguas. La ciudad costera de Rikuzentakata, en la prefectura de Iwate, resultó casi totalmente destruida y sumergida. Alrededor de 400 cuerpos fueron recuperados en esta localidad.
La catástrofe provocó el estallido de más de 200 focos de incendio, muchos de ellos originados al prenderse el gas de las conducciones de las viviendas. Fuera de la costa nororiental, un petrolero quedó embarrancado en aguas poco profundas. El terremoto se produjo a las 2.46 de la tarde (ocho horas menos en la Península).
El servicio ferroviario en la zona afectada estaba cortado ayer, y muchas de las carreteras, también. Algunos vagones de tren quedaron bajo el lodo o yacían retorcidos en el campo. Cuatro trenes, en las prefecturas de Miyagi e Iwate, aún no habían sido encontrados ayer. En gran parte de la zona más afectada, no funcionan los teléfonos móviles. Los helicópteros del Ejército rescataron a algunas personas que se habían refugiado en el tejado de una escuela en Watari, en la prefectura de Miyagi, una de las más castigadas.
El primer ministro, Naoto Kan, que recorrió por la mañana la región en helicóptero, dijo que se trata de un "desastre nacional sin precedentes", y advirtió de que el primer día después de una catástrofe es crucial para los supervivientes. "El daño es enorme. Lo que eran hasta ahora zonas residenciales han sido barridas en su mayoría en muchas áreas costeras y los fuegos siguen ardiendo", dijo. Estados Unidos, que tiene 50.000 soldados en Japón, ordenó a su flota, incluidos dos portaaviones, que suministre ayuda.
Las continuas réplicas registradas desde el viernes, incluida una de intensidad 6,8 ayer, y el temor a las fugas radiactivas han provocado el pánico en muchos ciudadanos y turistas, que se abarrotaron en los aeropuertos de la capital. Pero estos funcionaban a medio gas. Muchas compañías suspendieron los vuelos. En Tokio, alrededor de 120.000 personas no pudieron regresar la noche del viernes a sus casas, debido a la interrupción de los servicios de transporte, en especial el ferroviario.
El miedo a las réplicas ha llevado a algunos ciudadanos a abandonar la ciudad, según aseguran fuentes diplomáticas españolas. Y muchos turistas extranjeros han decidido adelantar sus regresos. Como Jayce Ong, un ingeniero singapureño de 35 años que se encontraba de viaje en Tokio. "Cuando se produjo el terremoto, estaba en un café. Todo comenzó a temblar. No es que sintiera el terremoto, sino que estaba dentro de él. No tuve miedo sino terror. No sabía dónde meterme. Pensé que la tierra se iba a abrir y me iba a tragar", contaba anoche en el aeropuerto de Haneda, uno de los dos de la capital, mientras hacía cola para sacar la tarjeta de embarque.
A Katy Hamm, una estadounidense de 29 años que vive en Washington, el temblor la sorprendió en el aire. "Se produjo cuando íbamos a aterrizar en Tokio. El avión volvió a remontar el vuelo y estuvimos una hora y media dando vueltas. Iba a hacer una escala de algo más de una hora antes de continuar hacia Bangkok, y llevo más de 30 horas aquí", dice Hamm, que se dirigía a Tailandia en viaje de turismo.
Los barrios centrales de Tokio, normalmente bulliciosos los fines de semana, estaban desiertos ayer, y en algunos comercios los alimentos habían volado de las estanterías. Algunos bares decidieron no abrir.
Muchos japoneses en el extranjero recurrieron a la red social Facebook y el servicio de mensajes cortos Twitter para ponerse en contacto con sus familiares, tras haber resultado cortadas las líneas telefónicas.
Japón está asentado en el llamado Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de gran actividad volcánica y telúrica, y Tokio se encuentra en uno de los lugares más peligrosos, donde tres placas continentales se están frotando unas con otras, lo que genera una enorme presión sísmica.
El Gobierno ha advertido desde hace tiempo de la posibilidad de que se produzca un terremoto de magnitud 8 antes de 30 años en la zona urbana de la capital.
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