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China da prioridad a la lucha contra las desigualdades sociales

El primer ministro expresa su preocupación por la estabilidad del país

El Gobierno chino tomará todas las medidas necesarias para luchar contra la inflación, las desigualdades sociales y la corrupción, con objeto de garantizar la estabilidad social para continuar el desarrollo del país, según aseguró ayer el primer ministro, Wen Jiabao, en la apertura de la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional en Pekín. Wen reconoció que estos y otros problemas han creado un "gran resentimiento" entre la población, aunque se cuidó mucho de citar cualquier relación de las medidas con la ola de revoluciones que vive el mundo islámico.

"Debemos hacer del incremento de la mejora del nivel de vida de la gente el pivote que una reforma, desarrollo y estabilidad [...] y garantizar que la gente esté contenta con sus vidas y sus trabajos, la sociedad esté tranquila y en orden, y el país disfrute de paz y estabilidad duraderas. [China] resolverá de forma efectiva los problemas que causan gran resentimiento en las masas", afirmó ante unos 3.000 diputados, en el imponente anfiteatro del Gran Palacio del Pueblo. En el exterior, las banderas rojas ondeaban sobre los edificios que flanquean la plaza Tiananmen mientras cientos de soldados y policías peinaban la zona e inspeccionaban los bolsos de los turistas.

Wen dijo que es prioridad absoluta "mantener la estabilidad de los precios", y fijó como objetivo de inflación a no sobrepasar este año el 4%. En enero pasado, alcanzó el 4,9%. La inflación fue uno de los desencadenantes de las protestas a favor de la democracia de Tiananmen, en 1989.

El político no se refirió a las revoluciones en el mundo árabe. Sin embargo, su discurso, de dos horas y cinco minutos, pareció en buena medida dirigido a explicar que Pekín está dando pasos decisivos para afrontar algunos de los problemas que han provocado estas revueltas, como las desigualdades sociales, el precio de los alimentos, el desempleo y la corrupción.

Wen citó la palabra estabilidad en repetidas ocasiones, lo que revela hasta qué punto el Gobierno tiene en el retrovisor las revueltas que agitan el mundo islámico y quiere desactivar cualquier posibilidad de contagio. Para ello, cuenta con el cóctel habitual: continuar mejorando el nivel de vida de la población, censurar los medios de comunicación e Internet, y seguir reprimiendo con dureza a los disidentes, decenas de los cuales han sido detenidos o puestos bajo vigilancia domiciliaria en los últimos días.

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