El predicador folk ve la luz al final del túnel de sonido
Iron & Wine enriquece su rock alternativo en 'Kiss each other clean'
La barba de Sam Beam, frondosa como la música de raigambre folk que firma como Iron & Wine, es uno de los lugares favoritos en el mundo para sus cinco hijas...
-Un momento... ¿Cinco hijas?
-Tener tanta descendencia [la mayor tiene 12 años; la pequeña, 9 meses] no ha sido algo planificado. Pero estoy contento con tanto revuelo femenino en casa. No vea cómo es esa mesa de desayuno. ¡Una auténtica fiesta de progesterona!
Puede sonar a trasnochada aplicación de la teoría de género, pero se diría que las canciones del fértil Beam (Carolina del Sur, 1974) se han ido feminizando al ritmo de sus desayunos, desde aquel primer disco. Fue The Creek Drank the Candle (2002), grabado en su estudio casero a golpe de guitarra y voz aspirada en su mayor parte, con el que el mundo lo descubrió para destinarlo a la categoría de renovadores del folk del cambio de siglo.
"Encasillarse en un único género es como comer toda la vida el mismo plato"
Su último álbum (Kiss each other clean, 2010) incide, como esfuerzos anteriores (The shepherd's dog, 2007), en el abandono de aquel autismo. Esto se traduce en más instrumentistas (procedentes de bandas como Califone, Antibalas o Doveman) y cierta, leve, querencia por la improvisación. Aunque no sea exactamente, como se ha querido hacer ver en algunos medios de eslogan fácil, "el álbum de funk de Iron & Wine", pese a haberse "añadido ingredientes de muchos géneros en el puchero", afirma por teléfono el aludido. "Es como con la comida. Encasillarse en un único género es como comer toda la vida el mismo plato".
El resultado recuerda a eso que entonces llamaban soft rock y que parece servir a los expertos para definir la deriva, plácida y sedosa, del rock contemporáneo. "¿Que sueno a Fleetwood Mac? Es la música que escuchábamos en la radio, en los estéreos de los amigos de nuestros padres. Era música simplemente para nosotros cuando estábamos creciendo".
Estudiante de Arte por la rama de cinematografía (la que parece ser la universidad que licencia a los mejores alumnos del rock estadounidense actual), Beam creció en Carolina del Sur. En la clase de entorno en el que los personajes de sus canciones, típicamente estadounidenses, se confunden con el paisaje y las supersticiones de autores como, salvando las distancias, Eudora Welty o Thomas Wolfe. "Si ni siquiera me considero un reinventor del folk, ¿cómo voy a proclamarme el continuador de una estirpe de grandes escritores estadounidenses? Adoro la narrativa norteamericana, pero, no se crea, a veces me aventuro en otras latitudes. Acabo de terminar con Edward Said. Y antes, probé con Mutis, el colombiano". Pese a sus reticencias, letras como la que abre el álbum ("De la misma manera en que todos hemos besado alguna vez a una virgen como si estuviera limpia/Yo conservo mis oraciones pese a todos los colores que he contemplado") hablan de una fuerte preocupación literaria. ¿También de una forma religiosa de ver el mundo, como sugiere el título del disco? "[Kiss each other clean] Tiene ciertas connotaciones del río, es una imagen de purificación. No soy especialmente espiritual, pero el agua purificadora es innegablemente cristiana, y el cristianismo es gran parte de la cultura americana".
Pese a proclamarse perfectamente capaz de vivir en un país distinto del de sus inspiraciones, Beam habita a las afueras de Austin (Texas), ciudad que en un par de semanas se inunda de música más o menos alternativa en el festival South by Southwest, algo así como el Sundance del rock. Iron & Wine son una institución en ese mundo algo encerrado en sí mismo. Y eso que Beam evitará todo contacto con el desmadre que acompaña al hecho de que cerca de ochocientas bandas de rock actúen durante una semana en la ciudad. "Suele ser una buena idea abandonar nuestra casa y coger unas breves vacaciones". Este año, la tentación será fácil de sortear; la cita le sorprenderá embarcado en una gira británica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.