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Columna
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El algoritmo

Javier Sampedro

¿Quién vigila al buscador? El algoritmo. Google, uno de los mayores emporios empresariales de los tiempos modernos, se basa en una simple idea matemática, un algoritmo recursivo. Las páginas más importantes, las que merecen los puestos de cabeza en los resultados que devuelve el buscador -y por tanto las únicas que mira la mayoría de sus mil millones de usuarios diarios- son las que reciben más links de otras páginas importantes. Cuya importancia se mide a su vez por el número de links que reciben de otras páginas importantes cuya importancia se mide... En fin, un algoritmo recursivo.

Einstein no ganó un duro por su revolucionaria formulación del efecto fotoeléctrico en la que se basa la mitad de la tecnología contemporánea. Tampoco lo ganó por E=mc2, la ecuación que hace brillar a las estrellas en el cielo nocturno y que cambió la historia del siglo XX. Debemos a los modernos tycoons de Silicon Valley la demostración de que una fórmula matemática puede valer una fortuna. No es poco en los tiempos de bonus menguantes que corren.

Las páginas web de las universidades son la perita en dulce de un buscador. Las universidades son esos lugares rebosantes de expertos omniscientes y estudiantes hiperconectados que ni siquiera tienen que pagar su tarifa plana para pasarse el día repartiendo links como tablas de la ley. Allí donde apuntan ponen la bala. Quien recibe dos docenas de links de otras tantas webs universitarias puede respirar tranquilo: por zote que sea, tiene garantizado el cielo en el algoritmo de Google.

Hecho el algoritmo, ay, hecha la trampa. Los ejecutivos agresivos de la tienda Overstock.com no han tardado en alumbrar la idea luminosa de firmar con las universidades unos acuerdos: la tienda hace a los estudiantes un descuento del 10% a cambio de que la web de su universidad -ora una disertación doctoral, ora la versión online de la gaceta de tercero de derecho- rebose de links a lo que es la misma Overstock.com, cuya posición en el buscador desbocóse así de manera supina. No consta que ningún decano haya cobrado bonus: parece tratarse de una forma crasa de estupidez.

Google se ha dado cuenta de que muchas de las páginas privilegiadas por su buscador no contienen cosas, sino copias de cosas. Pues ya era hora.

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