"Ese loco ha incendiado la capital"
Tamer, un informático egipcio de 27 años, relata la represión que ejercen las huestes del dictador en Trípoli y la odisea para escapar por la frontera de Túnez
Algo aterrador ocurrió ayer en Trípoli después de la hora del rezo. Decimos "algo" porque, aunque los testimonios que llegan de la capital a través de mensajes de Twitter y de llamadas telefónicas son muchos, es imposible tener datos de cuántas personas salieron a la calle para pedir la caída del régimen de Gadafi, de cuántos de sus seguidores acudieron a la plaza Verde para apoyar al dictador y de cuántos manifestantes murieron abatidos por las balas de la policía. Y decimos "aterrador" porque esa es la palabra que, según el traductor, emplea Tamer, un informático egipcio de 27 años, para explicar las sensaciones que le hicieron huir de allí a toda velocidad e iniciar un peligroso camino para salir del país.
"Muchos aún le tienen miedo a Gadafi. Él les hará sufrir si le atacan"
"En la carretera de la costa hacia el oeste hay un control detrás de otro"
"Después de la oración, empecé a oír a la gente. Me asomé a la ventana y vi a muchos congregarse en las calles. Poco después empezaron los disparos. Gadafi había enviado a la policía y pronto empezaron a ir contra los manifestantes. Algunos quemaron edificios del Gobierno. Fue entonces cuando empezaron a dispararles", explica en árabe el joven en la tienda de campaña en la que tiene lugar la conversación. Estamos en la Casa de la Cultura, en la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera con Libia. Allí descansan cientos de los miles de egipcios que han salido estos días del país para escapar del conflicto. Un grupo se congrega a la entrada de la tienda para oír lo que Tamer cuenta.
"Había fuego en el aire. Mucho ruido, muchos disparos y bombas de gas. Todo al mismo tiempo para dispersar a la gente. Decidí que tenía que irme. Ya lo tenía casi todo preparado. Cogí mis cosas y salí rápidamente con un conductor libio y su amigo en dirección a la carretera de la costa. Allí hay un control detrás de otro. Cada dos o tres minutos. La policía te cachea y lo registra todo. A mí me quitaron los móviles y el dinero. Eran soldados o civiles vestidos de policía. Pero me dejaron pasar porque era egipcio. A otros los cogían y se los llevaban de vuelta a Trípoli. No sé qué harían con ellos".
Unos kilómetros después, otro control les hacía dar un rodeo que les obligaba a utilizar una carretera cercana al desierto. Fueron solos prácticamente todo el camino y pudo dormir unos minutos. Esa carretera no está tan controlada. "Solo algunos policías, pero todo recto hasta el puesto que los militares tienen en Zuara". La ciudad pasa estos días por ser una de las pocas que está controlada por los ciudadanos, pero cerca hay una base militar en manos de Gadafi. Hasta allí llegó Tamer horas después de partir de Trípoli. Le dejaron seguir y alcanzó la frontera de Ras el Ajdir.
Luego la espera en un campamento donde le sellaron unos papeles para permitirle la estancia en Ben Gardan, después un autobús hasta la ciudad y otra vez a esperar en la Casa de la Cultura. Todos los que allí están instalados aguardan a que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados les dé pasaje en un barco o un avión con el que regresar a El Cairo. "Gadafi no se dejará coger vivo", dice Tamer, que manifiesta sus dudas de que la revuelta libia consiga derrocar al dictador: "Muchos le tienen miedo. Él les hará sufrir si le atacan. Ese loco ha incendiado la ciudad".
En otras zonas de Ben Gardan, cientos de egipcios intentan dormir un poco antes de partir. Algunos llevan una semana esperando ser recogidos por los barcos de la Organización Internacional para las Migraciones que llegan hoy y mañana. "Estamos hartos. Nuestro Gobierno no ha hecho nada. Nadie se ha pasado por aquí para decirnos qué es lo que podemos hacer. Solo los tunecinos, los únicos que nos han ayudado".
Los tres países, Túnez, Egipto y Libia, han protagonizado en los últimos meses las tres revueltas que más agitación han causado en el mundo árabe. Los dos primeros consiguieron librarse de sus dictadores y el tercero va camino de ello. Todos siguen demandando más democracia y líderes más eficaces. Los egipcios de Ben Gardan, por ahora, se conforman con regresar.
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