Para que han servido las primarias
Tenemos de nuevo a Jordi Hereu como candidato a la alcaldía de Barcelona. Tres meses antes de las elecciones, el actual alcalde ha tenido que pasar por un proceso que para nada estaba previsto. No es necesario insistir que fueron los malos resultados de los socialistas en las autonómicas y las pésimas previsiones sobre las municipales en Barcelona ciudad, lo que condujo a ello. Hereu solo pudo poner buena cara al mal tiempo, y lo cierto es que ha hecho bueno el dicho que todo problema es una oportunidad, logrando cosas que sin las primarias difícilmente hubiera conseguido. De entrada, ha provocado que la inmensa mayoría de los concejales y responsables socialistas del ayuntamiento hayan cerrado filas a su alrededor. Unos por convicción, otros quizás porque no tenían otra opción. Sin la sacudida que supuso la intempestiva convocatoria de las primarias, unos y otros hubieran seguido languideciendo y mirándose de reojo, pensando en las heridas recibidas en temas como la Diagonal, el caso Palau, o las responsabilidades de cada quien en las salidas traumáticas de personas como Carles Martí o Itziar González. Es evidente que a pesar del tono de guante blanco de la campaña de las primarias, la apertura del proceso de primarias desde la calle Nicaragua y la aceptación del reto por parte de Montserrat Tura, fueron vistas desde la Federación de Barcelona del PSC como una auténtica declaración de guerra, o, si queremos desdramatizar, como un examen a superar. En estas semanas hemos descubierto un Hereu renovado, más aparentemente seguro de su bagaje, más rocoso en sus convicciones, menos tierno y previsible. Las primarias le han puesto en forma, le han dado dignidad y le han permitido estrechar los lazos con una adormilada y renqueante federación socialista en la ciudad, que ha reaccionado a la decisión de la dirección, reivindicándose como espacio autónomo.
No debería Hereu imaginar que su victoria indica que ha de haber continuidad en las propuestas y en las personas
Montserrat Tura irrumpió en el escenario de las municipales en Barcelona con el marchamo de quién podía salvar las opciones de los socialistas de repetir gobierno en la ciudad, o más razonablemente, de quién podía ayudar a reducir los previsibles daños del 22 de mayo. El problema es que la desmovilización política de la ciudadanía ante las próximas elecciones municipales es notable, y por tanto, no ha existido apenas eco en torno a las primarias, y mucho menos presión social sobre los militantes de Barcelona del PSC para que cambiaran de candidato. Y por lo que los resultados indican, los simpatizantes tampoco han corrido a votar para evitar la candidatura de Hereu. ¿Qué ha ganado Tura en la aventura? Demostrar que está para lo que la echen, y que no ha pensado ni por un momento que su carrera política vaya a verse interrumpida por el traspiés del Tripartito. Su pretensión de renovar la política con su candidatura, venía lastrada por la propia extemporaneidad de todo el proceso. El problema es que no ha logrado superar la impresión por parte de los militantes (núcleo decisivo en las primarias) de que era una outsider en la política municipal de Barcelona, y que su afán era otro. Hereu ha jugado de local y ella de visitante, con un árbitro poco casero, sin mucha gente en las gradas, pero el resultado ha satisfecho a la parroquia más fiel.
¿Y ahora? Las primarias han sido vistas más como un problema interno de un partido en dificultades, que no cómo una oportunidad para discutir abiertamente de la ciudad y de sus problemas y proyectos. Los índices de participación de los propios militantes no son precisamente para regocijarse. Como reconoce Miquel Iceta, el PSC necesita muchos cambios en personas, en proyectos y en las formas de relacionarse con la gente. Y no sólo el PSC. Mal está la política, mal están los partidos, y muchos problemas tienen las instituciones para manejarse en un escenario de cambio en el que se manejan estereotipos y fórmulas que son vistas como retóricas y alejadas de la cotidianidad. No debería Hereu de caer en el error de imaginar que su victoria indica que debe haber continuidad en las propuestas y en las personas, por fieles que estas hayan sido. Tiene pocas semanas para plantear cambios, y su renovada legitimidad se lo permite. Entiendo que, a pesar de todo, el PSC está hoy mejor que en enero para afrontar la dura prueba del 22 de mayo, pero los problemas de fondo siguen estando ahí.
Joan Subirats es director del Instituto de Políticas Públicas de la UAB.
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