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Mandri tiembla a golpe de dinamita

Las voladuras de la línea 9 causan daños en pisos y atemorizan a los vecinos

A Isabel Bassols, de 84 años, y vecina de la calle de Mandri, aun le tiemblan las manos con solo recordar la "macrovoladura", como ya empieza a ser conocida entre los vecinos, registrada hace tres días a escasos metros de su casa. Las obras de la nueva estación de Mandri de la línea 9, en la calle del mismo nombre (Sarrià-Sant Gervasi), donde se están realizando explosiones controladas, le hacen temer por su "propia vida", asegura. Hace poco más de un año la operaron del corazón y el martes notó "cómo se le aceleraban las pulsaciones". Todo ello, mientras que de las paredes se caían algunos cuadros y el cristal de una de las puertas de casa, que empezaron a abrirse solas como consecuencia de las vibraciones.

"Estábamos avisados de que habría una microvoladura, pero no la esperábamos de tal magnitud", asegura su hija, Isabel Lacruz, que vive con ella y su hermano en el mismo piso y a la que la explosión la encontró trabajando en el despacho de casa: "No me pude mover durante unos instantes, ni siquiera fui capaz de ir a ver si mi madre y mi hermano estaban bien", explica Isabel.

El Departamento de Territorio y Sostenibilidad, responsable de la línea 9 del metro, aseguró ayer que las explosiones se efectuaron dentro de los niveles adecuados. La normativa, explicó un portavoz, permite tres niveles de carga. Normalmente, usan el más bajo, y aunque el día 15 de febrero reconocen que se acercaron al intermedio se mantuvieron muy por debajo de los límites permitidos.

Pero la mayoría de vecinos de la zona consideran que "se les fue la mano con la explosión", como Carlos Ventura, que acababa de abrir el taller donde trabaja cuando oyó la explosión y vio cómo una de las tapas de los aparatos de extracción caía al suelo. "No sé si existe algún peligro, pero lo que tengo claro es que la próxima vez, no me quedaré dentro del edificio. ¡Fue una pasada!", dice.

Entre los afectados hay también una congregación de las monjas Misioneras de la Inmaculada Concepción, en el paseo de la Bonanova. "Cuidamos a hermanas enfermas. El ruido y el susto fueron muy fuertes", explicó una de ellas.Los responsables de la Generalitat y del Ayuntamiento mantuvieron ayer, a última hora de la tarde, una reunión con los afectados en la que decidieron aplazar la voladura que tenían previsto realizar hoy, según los propios vecinos. Estos acudieron a la sede del distrito para protestar con un escrito en el que se calificaba de "inaceptable" e "ilegal" la "violencia" de las voladuras.

La falta de información es uno de los factores que ha causado indignación en el vecindario. Los responsables de las obras repartieron unos avisos en los que se explica que se va a llevar a cabo una "microvoladura" de magnitud similar a otras que ya se han ejecutado en algunas estaciones de la misma línea, según reza el folleto. Lo que no se indica en la notificación es la magnitud del estruendo. De hecho, es la misma que entregaron a algunos vecinos hace unas semanas, cuando se realizó una explosión apenas perceptible para la mayoría de ellos.

Tampoco aparecen indicaciones de cómo prevenir desperfectos ni se llama a estar preparados para evitar la entrada de humos por las ventanas. Tras la explosión, explicaron los vecinos, emerge del subsuelo una densa columna de humo. La información es, según los vecinos, confusa. Alguno de ellos, incluso asegura no haber recibido notificación alguna. Es el caso de Gloria Jiménez, estanquera de la calle de Bigai, a quien la explosión le encontró descansando en la trastienda de su establecimiento: "Tuve la sensación de que se caía el bloque y después de ver que todo parecía en orden, estuve buscando algo que hubiera podido explotar dentro de la tienda", relata aún nerviosa.

Gloria no puede evitar estar intranquila, especialmente al recordar lo que le sucedió en su anterior estanco, en el barrio del Carmel, donde fue testigo directo del hundimiento causado también por las obras de la línea 9.

Los responsables de la construcción del Departamento de Territorio y Sostenibilidad subrayaron que se siguió el procedimiento habitual: sonaron sirenas antes de la explosión y se había avisado a los vecinos. "Probablemente en el centro habría pasado inadvertido el ruido. Pero esa zona es muy tranquila y silenciosa, y por eso, tal vez, causó más impacto", justificó un portavoz.

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