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Columna
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En serio

David Trueba

La gala de los Goya arrojó visiones distintas sobre lo que es el público. Entre el alegato de Xavier Mariscal sobre el goce de ver el cine en las salas y la esperanza de Alex de la Iglesia de que Internet salve la industria, cabe la variedad del cine. En la Filmoteca de Madrid hoy puede verse un segundo pase de la rutilante restauración de aquella vieja película muda de Pabst, La caja de Pandora.

Bajo el evocador acompañamiento a piano de Mariano Marín, la belleza de Louise Brooks quedó retratada para la posteridad con una exquisitez fotográfica y escénica al alcance de muy pocos productos contemporáneos. Me hizo pensar que el cine es futuro, sí, pero también pasado, un pasado común, a veces ignorado por el público, despreciado por la inteligencia y marginado por la industria y sus premios. Pero un pasado que resiste, ya sea por su calidad intrínseca o por sus valores estéticos, sociales, documentales. El trabajo de restauración de la Cineteca alemana ha sido costeado por el magnate porno Hugh Hefner.

Quizá el cine, como la masturbación, están unidos en el recóndito almacén de los placeres privados. Tan absurdo es pretender saber lo que dará gusto al público, suma de individuos, como desvelar lo que excita a un onanista en su acto de amor propio.

Ojalá en el análisis sobre el público pudiéramos recuperar la vieja voz de Fernán-Gómez cuando sostenía, con feroz ironía, que dejó el teatro porque le molestaba que le miraran cuando trabajaba. Qué estupendo oírle decir, con esa sonrisa escondida: "A mí, en general, el público me incomoda". Los del cine metemos la pata al tomarnos demasiado en serio, por más que los premios inviten a la trascendencia.

Pero el público también se equivoca cuando se toma a sí mismo demasiado en serio. Valoren si no en los índices de audiencia. Resultó saludable ver en la gala a esos dos enormes actores, la Sardá y Puigcorbé, cachondearse de lo en serio que se toman los directores. Quizá también el gran delito de los internautas es tomarse demasiado en serio, llamar cultura al tráfico. Y no digamos Jimmy Jump, tanto esfuerzo por colarse para luego dedicarle el logro "a todos los saltadores del mundo". Hasta los saltadores se toman demasiado en serio, me temo.

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