"Hay formas más efectivas que el arte para cambiar las cosas"
Ya se sabe que el medio es el mensaje. En el caso de Daniel Canogar (Madrid, 1964) el recurso al viejo Marshall McLuhan adquiere una insospechada dimensión. Fotógrafo en origen (en esa disciplina echó a andar su carrera hace 20 años), el artista multimedia ofrece en su obra estimulantes reflexiones sobre la naturaleza, la sobreabundancia y la obsolescencia de los soportes de la imagen. Con galeristas que representan su obra en cinco países, Canogar cuenta en estos momentos con una deslumbrante instalación en el Museo de Ciencias de Nueva York en la muestra Brain: the inside story. Lleva semanas dedicado a dirigir la colocación de las exposiciones madrileñas que el 8 de febrero se podrán ver en la Fundación Canal (Vórtices) y en el Canal de Isabel II (Travesías). Y por si fuera poco, ha recibido la invitación de Robert Redford para mostrar en el Festival de Sundance la obra titulada Spin, un homenaje al viejo DVD.
"Me conmueve especialmente la obsolescencia de la tecnología"
"El Reina Sofía tiene la obligación de mirar a los creadores españoles"
Travesías llega a España después de ser expuesta entre enero y junio del año pasado en el atrio del edificio Justus Lipsius del Consejo de la Unión Europea en Bruselas, con motivo de la presidencia española de la UE. La videoinstalación consiste en una pantalla de leds de 30 metros de largo por 1,65 de ancho y traza en el aire una forma ondulante con bucle incluido que cae desde lo alto de la torre como una gigantesca cascada con bucles y formas sinuosas.
Delante de la inmensa lengüeta que atraviesa el interior del edificio del Canal, en medio de la lluvia de luces sobre la que se proyectan un sinfín de misteriosas siluetas, Daniel Canogar explica que aceptó el encargo porque el atrio, un cubo sin uso concreto, se antojaba un reto atractivo. "Un lugar vacío, poco inspirador. Pensé que se necesitaba llenar ese espacio con ilusión, como lo que ocurre con Europa. La pantalla de leds resultó perfecta para lo que quería proyectar: gente en movimiento que no parece tener un destino, como a veces parece que ocurre en Bruselas".
Nuevas tecnologías y performance se unen en los trabajos de Canogar. "Yo los llamaría más bien eventos. Los que participan son o conocidos o personas que quieren colaborar, por eso, aunque sean muchos, no hay complicaciones en la dirección. Suelo hacer una convocatoria por Facebook y son muchísimos los que quieren implicarse".
Para Vórtices, la instalación de la Fundación Canal, el tema referencial son los islotes de basura en el Pacífico. "Su extensión es superior a dos veces el Estado de Tejas. Es terrible que no seamos conscientes de las consecuencias de ese desastre. He leído que han encontrado algo similar en el Atlántico". En Vórtices, las personas interpretan detritus y plásticos esparcidos por el mar. "Rodamos en Villaviciosa de Odón. La gente no dudó en arrastrarse como la basura que destroza el agua".
La contaminación es uno de los temas que más preocupan a Canogar, aunque evita ser confundido con un predicador. "Me implico como cualquier ciudadano. Hay formas más efectivas que el arte para cambiar las cosas. Soy egoísta y utilitario. Mi obra se inspira en esos desastres, pero no la realizo para cambiar el mundo".
Hijo de Rafael Canogar, miembro fundador del grupo El Paso y autor de obras de contenido político, Daniel no es partidario de utilizar el arte como bandera política. "Ni quiero ser didáctico ni decir a nadie cómo hay que hacer las cosas. Es verdad que hay contradicciones porque cuando filmo a la gente flotando sobre botellas de plástico en las piscinas, estoy denunciando una realidad que me desespera. Pero no quiero solo denunciar la monstruosidad del consumo que hemos creado, quiero dar una visión más compleja. Y eso lo permite el arte".
Los comienzos de Canogar están ligados a la fotografía analógica. De los retratos de zapatos de sus primeras exposiciones partió su viaje a territorios artísticos más intrincados, como la complicadísima pieza en la que muestra los entresijos del cerebro humano a través de 600 kilos de cables en el Museo de Ciencias de Nueva York. "Me interesa mucho todo lo tecnológico. Es un espejo de nosotros mismos. Ha sido una revolución que me ha pillado de pleno. Y hay algo que me conmueve de manera especial: la obsolescencia de la tecnología. Da mucha pena ver tirados en la basura aparatos que han quedado ya desfasados. Piensas en la fecha de caducidad y te da un poco de vértigo".
De ese sentimiento de ternura por los artilugios viejos, surgió Spin, la pieza que estos días se puede ver en el Festival de Sundance y en marzo, en su galería madrileña, Max Estrella. "Está hecha con más de 1.000 películas en formato DVD compradas en los puestos del Rastro madrileño a un euro. De cada una, saco pequeñas secuencias que las vuelvo a proyectar sobre el CD. Son momentos sorprendentes porque he encontrado joyas. Por ejemplo una película espantosa protagonizada por Mel Gibson con poco más de 15 años".
En la próxima edición de Arco, Canogar también piensa desdoblarse. ¿Le interesan las ferias? "Sí. Voy a muchas. No por la exposición, que nunca está bien porque tú no controlas ni el espacio ni la luz. Pero se hacen muchos contactos".
Más pasión le provoca el tema del Reina Sofía y la ausencia de los jóvenes creadores españoles. "No son conscientes del grado de desesperación de la comunidad artística española. No hay coleccionismo. Apenas hay ventas. El Reina tiene la obligación de tener una representación potente de los artistas vivos españoles y tiene la obligación también de moverlos por todo el mundo. Es importante dar a conocer artistas de fuera, pero no estaría mal que miraran al patio propio. Hay que validar lo que se hace aquí. Para nosotros, y no hablo de mi caso, es muy difícil romper el férreo entramado de otros países. Los políticos tienen la obligación de hacer que los artistas españoles sean conocidos fuera".
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