Artista muerto = caja registradora
La explotación de derechos de imagen convierte a estrellas difuntas en máquinas de hacer dinero - Nueva guerra sobre el 'merchandising' de Michael Jackson
Un nuevo frente se abre en ese inagotable campo de batalla llamado Michael Jackson. Los abogados que defienden su legado han demandado a Howard Mann, un hombre de negocios que comercializa libros y otros objetos relacionados con el artista desaparecido. El listo de Mann lo hace con la bendición de la madre del artista fallecido, Katherine Jackson, que aparece como "autora" de un tomo con DVD titulado Never can say goodbye.
No es la primera vez ni será la última que surjan conflictos de este tipo. Tampoco hay que juzgar duramente a la señora Jackson por haber caído en las redes de un posible embaucador. Les ocurrió a negociantes mucho más sofisticados: sin ir más lejos Brian Epstein, descubridor de The Beatles, les hizo perder millones de dólares por firmar alegremente contratos para la explotación del merchandising en los días de vino y rosas de la beatlemanía.
Con unos ingresos de 275 millones de dólares, Jacko ha superado ya a Elvis
Albert Einstein es el octavo en la lista de fallecidos que más ganan
Los márgenes del 'merchandising' son tan suculentos que soportan la piratería
Muy poco dinero del que genera Bob Marley llega a Jamaica
Con la caída en picado de las ventas de música grabada, la defensa del derecho de imagen es la principal preocupación de los herederos de cantantes desaparecidos. La revista estadounidense Forbes publica regularmente su lista de ingresos de "celebridades muertas", una categoría que también incluye actores, escritores ¡y hasta un científico! La última cubre el periodo entre el 1 de octubre de 2009 y la misma fecha de 2010.
En los poco más de tres meses desde que Michael Jackson ingresó en esa lista, su situación financiera pasó del rojo al negro. Con unos ingresos brutos de 275 millones de dólares, desbancó rotundamente al artista que suele encabezarla, Elvis Presley. Un relevo casi familiar: Jackson estuvo casado con la hija del rey del rock and roll, Lisa Marie Presley.
Lisa Marie fue la principal beneficiaria de la renovación del arte de explotar a los iconos muertos. En vida, Elvis consintió en ser desplumado por su mánager, el ínclito Coronel Parker, que ni era coronel ni se llamaba Parker: siempre escondió el hecho de que había nacido en Holanda y de que había emigrado clandestinamente a América. Parker, un representante de la vieja escuela y un ludópata, firmó en nombre de Elvis contratos desastrosos, incluyendo la cesión a RCA de los derechos de casi todas sus grabaciones.
Sabiendo que el cantante estaba prácticamente en la ruina cuando dejó este mundo, asombra la labor de Elvis Presley Enterprises, que ha convertido Graceland, su mansión de Memphis, en una de las principales atracciones turísticas de Estados Unidos, aparte de insuflar nueva vida a la marca con todo tipo de series, películas, espectáculos -como el que presenta Le Cirque du Soleil en Las Vegas- y centenares de productos.
Desde 2005, Lisa Marie Presley es propietaria únicamente del 15% de EPE: vendió el resto a CKX, una empresa que ansiaba entrar en el lucrativo campo de la necrofilia. Allí compite con Corbis' GreenLight o CMG Worldwide. GreenLight representa a Albert Einstein (8º en la lista de Forbes) y al actor Steve McQueen (11º); ambos se han beneficiado de campañas publicitarias que han pagado millones por usar sus caras.
CMG Worldwide encontró el filón al defender ferozmente la imagen de Marilyn Monroe y otras estrellas del cine clásico; ahora mantiene una cartera de clientes tan improbables como los descendientes de Malcolm X, Oscar Wilde, Frank Lloyd Wright, Jack Kerouac o Joe Louis. Su director, Mark Roesler, explica las ventajas de contar con figuras muertas: "se han quedado en nuestra memoria como encarnación de cierto tipo de valores. Su reputación no se va a degradar tan bruscamente como la de O. J. Simpson o Mel Gibson".
El listado de Forbes incluye también al venerable J. R. Tolkien (número 3º, por la gracia de Hollywood), el dibujante Charles Schulz (4º), John Lennon (5º) o el sueco Stieg Larsson (6º). Los expertos insisten en que el valor póstumo no se mide por el hecho de tener muertes violentas o tempranas: la clave está en la explotación centralizada y racionalizada. Admiran el trabajo hecho por Yoko Ono en su papel de businesswoman. Y citan el caso modélico de Jimi Hendrix. Aunque ahora aparece en el número 11º de Forbes, no generó cifras respetables hasta que, en 1994, su familia se hizo con el control del inmenso archivo de grabaciones y las colocó bajo el paraguas de la corporación Experience Hendrix.
Fenómenos como el de Hendrix serán difíciles de repetir: en la actualidad, nadie graba música tan consistentemente revolucionaria -y en cantidades tan industriales- como hizo aquel guitarrista de Seattle en sus cuatro años de gloria. Además, todos los derechos de comercialización están hoy especificados y atribuidos en los contratos, especialmente en los llamados de 360 grados, que exigen una tajada de todos los ingresos posibles, giras incluidas.
Desde hace muchos años, los triunfadores del pop saben que el merchandising es tan importante como los ingresos de taquillas. Mínimo esfuerzo: generalmente, basta con aprobar unos diseños y quedarse esperando las regalías. Compañías especializadas se ocupan de vender una inmensa gama de camisetas y otros objetos identificados con los artistas. Los márgenes de los productos oficiales son tan suculentos que soportan la competencia universal de los piratas.
Pero siempre hay quien se queja. Por ejemplo, los legatarios de Bob Marley: saben que el cantante de reggae es tan ubicuo globalmente como lo fue Che Guevara en su tiempo, pero -excepto el dinero derivado de sus discos millonarios para Island- muy poco llega hasta Jamaica. Solo en tiempos presentes han despertado y conceden licencias para vender productos con su nombre: desde zapatos a -naturalmente- papel de fumar.
Babelia
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