"Bajo la arena hay más que petróleo"
El príncipe Sultan bin Salman bin Abdulaziz, responsable de antigüedades de Arabia Saudí, reivindica los tesoros arqueológicos preislámicos del país
El príncipe Sultan bin Salman bin Abdulaziz bin Abdurahman al-Saud (Riad, 1956) aparece en el vestíbulo del hotel Ars de Barcelona con un aspecto muy diferente al que lucía en la inauguración de la exposición Rutas de Arabia en Caixafòrum (visitable hasta el 6 de febrero). No viste la indumentaria tradicional, sino pantalón y americana sin conjuntar. Es un hombre de aspecto simpático y modales refinados.Nieto de Ibn Saud, el belicoso fundador del reino; sobrino del fallecido rey Fahd y del actual monarca Abdulá, e hijo de uno de los más poderosos miembros de la familia real, el gobernador de la provincia deRiad, Salman bin Abdulaziz es el presidente de la comisión saudí para el turismo y las antigüedades. También es piloto militar —coronel retirado de las fuerzas aéreas saudíes—, apasionado del vuelo sin motor y el único árabe, el único musulmán y el único miembro de la realeza mundial que ha viajado al espacio, en el Discovery, como parte de la tripulación, en 1985. Es tenido por un personaje aperturista en el contexto de la rancia familia real saudí. Incluso es capaz de hablar sin muchaanimadversión de Lawrence de Arabia, que trabajó para la competencia (los hachemíes, rivales de Ibn Saud).
"Ni un niño musulmán puede sentirse amenazado por esas estatuas"
El príncipe sonríe al preguntarle cómo se ve el mundo desde allí arriba, es decir, desde el espacio. "Precioso, y resulta muy instructivo observar que la Tierra es tan pequeña y que no se distinguen las fronteras".Añade una frase del Corán, ideal para un astronauta: "Tenemos mansiones de estrellas en los cielos".
La exposición de Caixafòrum, con todos sus tesoros arqueológicos, demuestra, recalca, que Arabia Saudí tiene bajo la arena "mucho más que petróleo". "El ciudadano saudí es bien consciente de ello.En el aspecto cultural poseemos un enorme legado y por nuestra situación geográfica hemos recibido la influencia de numerosas civilizaciones a lo largo de la historia". En Arabia Saudí queda mucho por excavar. "Solo se ha descubierto una mínima parte de nuestra riqueza arqueológica. Estamos en el principio del camino. En la actualidad hay 16 equipos internacionales de arqueologíay cientos de expertos de nuestro propio país excavando. Estamos en conversaciones con España para una misión".
De la relación con el patrimonio preislámico, a veces tan crudamente figurativo, afirma: "No tenemos ningún conflicto. El primer sitio de nuestro país registrado en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco ha sido Medain Saleh, una ciudad nabatea, preislámica, muy parecida a Petra. Esta iniciativa fue muy bien recibida por los saudíes".
Pero algunos de los objetos de la exposición —colosos semidesnudos, figuritas de mujeres que muestran sus encantos— les han de resultar algo chocantes, ¿no? "Esos restos de otras culturas son un hecho, no se pueden negar. No creo que ni un niño musulmán pueda sentirse amenazado por esas cosas que al cabo son simples piedras. Si las escondemos, si las tapamos, les damos más importancia de la que tienen".
El príncipe matiza, no obstante, que hay que ser respetuoso conlas diferencias culturales. "Hace falta tiempo para adaptar a toda la población. Las naciones necesitan tiempo. Déjeme que le ponga un ejemplo. Cuando llegó la radio, entonces una época también de grandes novedades, muchos creían que era algo del diablo. Entonces el rey...", su abuelo, Ibn Saud, me atrevo a interrumpirle; el príncipe sonríe, "sí, pero el padre de todos", añade, y prosigue: "El rey, decía, hizo venir un hombre santo y le pidió que recitara el Corán por el micrófono, y cuando su voz brotó en las ondas, dijo a la gente: '¿Cómo sería, pues, esto cosa del diablo si pueden salir a su través las palabras santas?'. La sociedad avanza, pero necesita tiempo".
Sobre el tema del turismo extranjero, aunque Arabia Saudí posee suficientes sitios arqueológicos de enorme interés y belleza para atraerlo, Abdelaziz es cauto. "Una diferencia notable con Egipto es que nuestra situación económica nos hace, al revés que a ellos, exportadores de turismo, cinco millones de saudíes viajan anualmente. Tampoco estamos en condiciones de brindar una gran oferta porque recibimos dos millones de peregrinos al año; la infraestructura actual no puede soportar mucho más peso".
La pregunta sobre el coronel Lawrence —los ingleses se equivocaron al apostar por el jerife Husayn en vez de por Ibn Saud: también la fastidiaron al creer que no había petróleo en Arabia— le hace gracia al príncipe. "¿Qué pienso de él? He leído su libro, hay mucho de imaginación. En realidad, la historia de Arabia y su lucha no se podría entender a través de su relato. Otros occidentales, Alí Bey, por ejemplo, comprendieron mucho mejor a los árabes. Ustedes ven a Lawrence como un superhéroe, y no lo era. Su gran desgracia es queAl final fue infeliz. Falló, no cumplió lo que había prometido. Desde nuestro punto de vista, ¿sabe?, no hay nada peor".
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