Las primarias del pánico
Unas primarias son siempre un riesgo en lo que tienen de enfrentamiento fratricida. Si además uno de los protagonistas es el titular del cargo en disputa, se asemejan mucho a un suicidio. En la política catalana no hay tradición de primarias, de modo que tampoco hay protocolos claros para desarrollarlas. Es cierto que los socialistas las han ido introduciendo paulatinamente e incluso figuran en las normas del partido. Pero tanto en el PSC como en el PSOE las primarias, más que un método normal de selección del mejor candidato, han sido un recurso para tratar de resolver situaciones críticas. Y no siempre han dado resultado. Su estreno ya fue aparatoso. Cuando el PSOE se quedó sin Felipe González se organizaron unas primarias para dirimir el liderazgo entre Borrell y Almunia. Ganó Borrell, quien al poco tuvo que dimitir. Y volvió Almunia para ser derrotado estrepitosamente por Aznar en las elecciones de 2000.
¿Puede aspirar a ganar unas elecciones un partido que pone en cuestión su propia gestión anterior? La respuesta es no
Vuelven ahora las primarias a un PSC en crisis, que acaba de sufrir una derrota electoral espectacular en las autonómicas y que ha dado muestras de total desconcierto ideológico y estratégico. Son las primarias del pánico. Las encuestas son desfavorables a Jordi Hereu y detrás de su posible derrota empieza a dibujarse el riesgo de pérdida de la Diputación de Barcelona, un centro de poder imprescindible para que la travesía del desierto que espera a los socialistas sea más llevadera. Después de las municipales, el PSC tendrá que afrontar sin más dilaciones su renovación: un desastre electoral podría causar un tsunami que arrastrara por completo a la actual dirección. El ex presidente Montilla, debilitado por el resultado electoral, no ha sido capaz de forzar la renuncia del alcalde Hereu, bien arropado por la federación de Barcelona. Una vez más, cuando la situación es desesperada: primarias.
¿Serán las primarias el bálsamo que el PSC espera? Unas primarias son una confrontación por el poder. Este tipo de querellas, inevitablemente, dejan heridas entre las partes contendientes. Y el tiempo que quedará para las elecciones será muy breve para curarlas. Una vez más, la dirección del PSC ha tomado una decisión con retraso.
Uno de los contendientes es el alcalde de Barcelona. La aspirante tendrá que exponer durante la campaña de las primarias las razones por las que ha decidido desafiar al titular. Evidentemente, si se presenta es porque considera que su compañero no ha acertado suficientemente en el ejercicio de su cargo. Por tanto, su campaña será una crítica de la gestión del equipo saliente. ¿Puede aspirar a ganar unas elecciones un partido que pone en duda su propia gestión anterior? Las últimas autonómicas dan la respuesta: no.
El PSC vive un momento de total desorientación ideológica. Para movilizar a su electorado necesita reencontrarse a sí mismo. Para salir del tedio y de la decepción los electores deben tener la sensación de que el PSC es capaz de recuperar sus mejores acentos modernizadores de la ciudad y de hacer realmente de Barcelona la sociedad de la creatividad en todos los ámbitos, a diferencia de las ciudades que buscan su fortaleza en el poder financiero o en el amparo del poder del Estado. La izquierda solo tiene sentido si sintoniza con el progreso y hoy el progreso es la capacidad de crear e innovar. Barcelona tendrá un lugar en el mundo globalizado si sabe hacer de la creatividad su forma de ser.
En momentos de crisis, los partidos acostumbran a sufrir el efecto campo de los rivales. En vez de repensarse a sí mismos, piensan que la solución está en parecerse al contrincante. Es hegemónico aquel que consigue que los demás se vean obligados a seguir su modelo. Y hoy esta hegemonía la tiene CiU. Titular (Hereu) y aspirante (Tura) han dado muestras de sufrir este síndrome, con su extrema sensibilidad a las críticas que presentan Barcelona como una ciudad demasiado desencuadernada. La aspirante tendrá un objetivo principal: diferenciarse del titular. Con su crítica desde dentro puede hacer buena parte del trabajo a la oposición. ¿Cómo rebatirá Hereu a sus adversarios cuando repitan las acusaciones de su compañera? ¿Y cómo defenderá Tura el patrimonio socialista si previamente lo ha puesto en duda? Una candidatura improvisada, como la de la aspirante, tendrá que recurrir a los tópicos del momento, a enfriar una Barcelona que algunos consideran demasiado caliente y quieren que se parezca a Ginebra, es decir, hacerla irreconocible. A la sombra del adversario quizá se pueda acortar la magnitud de la derrota, pero difícilmente se conseguirá evitarla. Desde luego, si alguien sabe convertir las primarias del pánico en un éxito, merece premio.
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