Tres edificios para una dirección
El número 30 de Gran Vía acogió el teatro Fontalba y el Banco Coca - Ahora espera su cuarta reencarnación
"No se puede negar que ha hecho usted un teatro elegante y costoso", le dijo, algo pelota, el cronista de la revista Nuevo Mundo al marqués de Fontalba cuando estrenó el suyo en la Gran Vía en 1924. "De un coste exagerado", respondió el noble. "No se podrá decir que lo hice por mercantilismo... Pude hacer un teatro más barato y sacarle después mayor lucro al capital, pero preferí un beneficio del arte y de Madrid".
El teatro Fontalba era todo mármoles, bronces cincelados, caoba y terciopelo azul. Un lujoso proyecto de Sallaberry atrapado entre dos bloques de viviendas más altas y coronado por una escultura. Por tener, tenía hasta aparatos para sordos en la primera fila de butacas. Al marqués se le abrirían las carnes si se enterase de que su "juguete favorito", para mayor beneficio del arte y de Madrid, hoy alberga una tienda Stradivarius llena de adolescentes comprando ropa de saldo a ritmo de chunda chunda.
El Fontalba apenas duró 30 años en pie. A mediados de los años cincuenta fue derribado y en su lugar, encajado entre los dos edificios laterales, se construyó el Banco Coca. Un geométrico rascacielos de Blanco Soler que lo triplicaba sin ningún complejo en altura. El derribo y la falta de normativa para proteger el patrimonio arquitectónico despertó cierta polémica. "El teatro Fontalba ya no existe y, en su lugar, las rejas de un banco impedirán el paso de las cosas fáciles e ilógicas", se lamentaba Ana María Matute en las páginas de Abc, cuyo editorial reivindicaba: "¿Quién puede pensar que el Old Vic o Les Mathurins pueden pertenecer -uno en Londres, otro en París- a empresas financieras?".
El Banco Coca duró algo más, hasta principios de los noventa. No se derribó, la normativa ya era otra, pero su fachada fue totalmente transformada. Federico Echevarría, encargado del proyecto, fue al archivo en busca de inspiración. "Quise recuperar en el basamento la fachada del Fontalba, pero reinterpretada y alargada para llegar a la cornisa de los dos edificios laterales", explica el arquitecto, "y como tenía que cubrir toda la altura del Coca, forré el resto de vidrio negro, para que desapareciese".
La intención de homenajear al teatro Fontalba se entiende mucho mejor mirando los alzados de los tres edificios. El tercero parece un hijo de los otros dos; ha sacado los rasgos del Fontalba y los volúmenes del Coca. "Las rehabilitaciones no deben ser miméticas ni todo lo contrario", dice Echevarría, cuya intervención también despertó cierta polémica. "Ni tanto ni tan calvo, yo quise hacer una interpretación valiente, recordar el Fontalba, pero con un aire moderno, neoyorquino".
El edificio, que salvo sus plantas comerciales está vacío, espera una cuarta reencarnación. Todo su interior ha sido demolido y su propietario, Servihabitat de La Caixa, busca comprador. Desde sus salas desnudas, con suelos y techos pelados, se ve toda la ciudad gracias a los enormes ventanales a los que no les vendría mal un lavado de cara.
La ubicación no podría ser mejor. Sin crisis de por medio, este inmueble se habría vendido antes, pero lleva vacío cuatro años. Existen dos proyectos para su reforma, uno residencial para 72 viviendas de lujo, y otro hotelero para 127 habitaciones de cuatro estrellas. En ninguno ha participado Echevarría: "Me encantaría, pero cuando un arquitecto hace un edificio, al día siguiente de entregar las llaves ya no le dejan ni entrar a verlo, mucho menos reformarlo". En Gran Vía 30 van tres veces que pasa.
Gran Vía, 30
- Autores. En sus distintas reencarnaciones, José López Sallaberry, Blanco Soler y Federico Echevarría.
- Construcción. 1924, 1959 y 1992.
- Ubicación. Gran Vía, 30 (Gran Vía).
- Función. Originalmente teatro Fontalba, derribado para construir el Banco Coca, transformado para alojar comercios y oficinas actualmente vacías.
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