Un policía paró a Loughner horas antes de la matanza
El tirador de Tucson fue amonestado por saltarse un semáforo en rojo
En la búsqueda de explicar lo inexplicable -la locura no atiende a razones-, la oficina del sheriff de Tucson relataba ayer a los periodistas que en la mañana del tiroteo, el acusado Jared Loughner y su padre mantuvieron una discusión y que el padre corrió detrás del muchacho mientras este emprendía una frenética huida con el coche. Randy Loughner persiguió corriendo a su hijo por unas calles que conducen al puro desierto. Luego paró. Ya no supo nada más de él hasta que el FBI llegó a registrar la casa en búsqueda de pruebas.
La discusión comenzó cuando el padre cuestionó al hijo sobre sus intenciones cuando este sacó una bolsa negra del interior del coche familiar y se la llevó murmurando frases incompresibles entre dientes. Jared Lougnner huiría veloz sin atender a los gritos de su padre y poco después era parado por un agente del Departamento de Caza y Pesca por saltarse un semáforo en rojo. El policía comprobó que el joven de 22 años tenía la documentación del coche y su permiso de conducir en regla y le permitió seguir su viaje hacia la tragedia con un aviso y sin multa.
"Es un nihilista y le encanta provocar el caos", declaró un amigo
La policía no era ajena a la dirección del 7741 N Soledad Avenue, hogar de los Loughner, al noroeste de Tucson, un barrio de familias de renta baja que hoy está plagado de cámaras y periodistas, con vecinos dispuestos a hablar y semiconocidos que ahora dicen que ya anticipaban la matanza. "No era una familia común", asegura Lupita Hernández, "vivían aislados y el padre tenía malas pulgas".
Los agentes de la oficina del sheriff ya habían estado con anterioridad en la avenida de la Soledad -así, en español, apropiado nombre para una familia que buscaba el aislamiento-. Las razones permanecen desconocidas. Una vecina apunta a que en una ocasión, Amy Loughner, la madre del joven, denunció que le habían robado las matrículas del coche. Pero poco más se sabe sobre los motivos para la presencia policial.
Sí se sabe que en 2007, la Fiscalía del condado envió al joven Loughner a un programa de educación sobre drogas.
No todos los vecinos desean describir ahora a los Loughner como los villanos de la historia. "Esto no es la Edad Media", dice Brandalyn Clark. "Los padres no son culpables de los pecados de los hijos. Ellos no estaban allí. Ellos no apretaron el gatillo", prosigue. "Déjenlos en paz". En la noche del martes, el padre de Jared Loughner abandonaba la casa con la cabeza cubierta por una gorra y una prenda de abrigo cubriéndole el rostro. Un amigo de la familia conducía el coche. Randy Loughner logró introducirse en el coche llevando consigo al perro de la familia entre peticiones de los periodistas de que contara cómo se sentía.
Antiguos compañeros de instituto, de la universidad que abandonó por su errática conducta y compañeros de los trabajos por horas que el pistolero desempañaba aseguran que Loughner era un tipo extraño que vivía en un mundo dominado por el caos. "El mundo real no contaba para él", declaraba en una entrevista Zane Gutiérrez, 21 años, con quien el acusado solía practicar el tiro disparando sobre latas vacías de cerveza.
Según todos los relatos, Jared Loughner era un experto tirador que comenzó su práctica en el instituto con una pistola de 9 milímetros, el mismo calibre que usó en el asalto con su Glock 19 comprada legalmente el 30 de noviembre en una tienda de la ciudad. Zane Gutiérrez contó que Loughner leía a Nietzsche y estaba obsesionado con los sueños. "Es un nihilista y le encanta provocar el caos", dijo. "Quizás por eso perpetró el tiroteo. Y porque estaba enfermo".
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