Entre la esperanza y el escepticismo
El anunciado comunicado de ETA ha visto finalmente la luz, a través de la habitual escenificación, con tres de sus integrantes ejerciendo como una suerte de notarios de la organización para trasladarnos su unilateral decisión. ¿Qué decisión? En septiembre comunicó lo que de forma eufemística calificaron como cese de "acciones armadas ofensivas". Ahora, en nueva entrega, lo transforman en alto el fuego "general", permanente y verificable. Y afirma su "compromiso con el final de la confrontación armada", como gesto de "responsabilidad histórica".
Suena bien, sin duda. Pero resulta inevitable compartir una sensación de escepticismo y de prevención ante las expectativas que la nueva etapa parece ofrecer. La decepción y el hartazgo acumulado entre todos nosotros tras tantas frustradas tentativas en la búsqueda de la paz rotas por la inercia totalitaria de ETA impone una lectura con sordina de algunas grandilocuentes afirmaciones que se contienen en su comunicado, que supone, sin duda, otro paso más, pero no el definitivo, en la dirección que todos esperamos.
El optimismo desbordado en nuestra sociedad vasca ante los anuncios de otras treguas de ETA ha dejado paso a un cierto pesimismo constructivo, que no es en modo alguno un gesto de renuncia: al contrario, es reflejo de sana austeridad emocional. ¿Por qué? Porque ETA no anuncia ni va a escenificar su disolución, y porque reitera que persigue alterar el estatus político vigente, e insiste en arrogarse una suerte de tutela del proceso de "liberación" del pueblo vasco. ETA es consciente de que la inmensa mayoría del pueblo vasco repudiamos y rechazamos su barbarie como instrumento de acción política. Sabe que carece de base social para generar esa discontinuidad política. Esa es su máxima debilidad, y el motor que debe permitir hacer irreversible este proceso.
No por esperada, frustra que ETA no claudique de forma unilateral e incondicionada. Hace falta mucha madurez y autocrítica para aceptar una renuncia en blanco a los postulados ideológicos en los que ha fundamentado durante años su acción criminal. En escasos meses la percepción en la sociedad vasca acerca de la receta del guión de "cierre" ha variado radicalmente. Al desapego, a la desafección y al ninguneo social les ha seguido la mayoritaria percepción de que la solución radica única y exclusivamente en ellos, en que materialicen la decisión que inútilmente prorrogan y prorrogan, tratando de encontrar una "pista de aterrizaje". No hacen falta ni dosis de glamour revolucionario ni reaccionarias posturas vengativas que se anquilosan en el inmovilismo.
A los miembros de ETA tan solo les hace falta una mayor dosis de coraje y de dignidad, les falta asumir la necesidad de respetar las reglas básicas de convivencia. Y entre esas reglas sociales y políticas la primera es la de educarse en la frustración. Nadie puede pretender lograr por la imposición del chantaje y de la amenaza de la violencia el proyecto político que no logra hacer realidad por ausencia de mayoría social.
Juanjo Álvarez es catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad del País Vasco (UPV / EHU) y secretario de Globernance (Instituto de Gobernanza Democrática).
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