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Un comunicado hacia el final de ETA

El cambio en Euskadi acerca al fin

La 'tolerancia cero' del socialista Patxi López y el final del discurso que vinculaba la paz a las demandas soberanistas han roto las expectativas de los terroristas

La amenaza de muerte con que ETA recibió hace algo más de año y medio al lehendakari, Patxi López, a los componentes del actual Gobierno vasco y a toda su estructura ya dijo todo sobre la percepción por la banda terrorista de lo adverso que le iba a resultar el cambio político en Euskadi para su continuidad. Así ha sido.

Si ETA y la izquierda abertzale salieron tocadas por romper el proceso negociador de 2006 y, por tanto, ya estaban abocadas a una evolución como la que se está dando, el relevo del PNV al frente del Ejecutivo autónomo ha tenido un efecto claramente acelerador. López se muestra convencido de haber realizado una contribución decisiva en un doble sentido: ha puesto a la Ertzaintza a trabajar en la lucha antiterrorista al cien por cien de sus posibilidades y ha sacado del discurso oficial cualquier mínimo resquicio de mezcla entre el final del terrorismo y la resolución de un conflicto político, es decir, la satisfacción de las aspiraciones nacionalistas.

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Esos dos factores -la lucha directa "con toda la carne en el asador", en palabras de colaboradores muy cercanos al lehendakari, y la eliminación del discurso institucional de cualquier factor de compensación a las exigencias a ETA y sus apoyos civiles- han resultado determinantes para acentuar una percepción de fracaso y falta de salidas que ya venía del finiquito del pacto de Lizarra y la irrupción del terrorismo islamista.

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La banda, que recibió a López con una ofensiva en toda regla, iniciada, poco más de un mes después de la formación del Ejecutivo autónomo, con el asesinato del inspector de policía Eduardo Puelles el 19 de junio de 2009, se ha encontrado con la evidencia del abismo entre aquel antes que conocía y el después que el nuevo lehendakari traía consigo. Su intervención tras la manifestación de repulsa por ese crimen no dejó dudas sobre el alcance del cambio.

La aportación de López hay que juzgarla no solo por las novedades que ha introducido, sino a veces más, por lo que ha impedido que siga pasando. Pensar qué estaría ocurriendo en el País Vasco ante la evolución de la izquierda abertzale y el posible fin de ETA de seguir gobernando Ibarretxe y su tripartito es un ejercicio que practican con cierta asiduidad observadores y analistas en Euskadi. También los políticos. "Ibarretxe habría seguido recibiendo solemnemente a los dirigentes de Batasuna", supone el consejero de Interior, Rodolfo Ares, para quien la más importante aportación del cambio es "el liderazgo político". "Desde el primer día ya no ha habido, como había antes, una actitud de duda o de tratamiento de los que apoyaban la violencia como si fueran una formación legal o un colectivo ciudadano democrático. Ahí ha estado la clave", afirma Ares a EL PAÍS.

La mejoría en la relación entre los Gobiernos central y vasco ha supuesto un factor decisivo, lo mismo que la sincronización de mensajes y actuaciones del tándem Rubalcaba-Ares. La Ertzaintza, además de contar con una nueva división antiterrorista y de información, ha reactivado investigaciones sobre violencia callejera dormidas desde hace mucho y llevado ante el juez a saboteadores que probablemente se sentían ya a salvo por los años transcurridos. Buscaba, aparte del obvio esclarecimiento de hechos y petición de responsabilidades, un efecto vacuna entre quienes se mantengan en ese tipo de activismo o estén tentados de emprenderlo. La kale borroka ha descendido a mínimos históricos.

La tolerancia cero ante cualquier apología de ETA ha sido el santo y seña del cambio y ha desempeñado un papel desmovilizador y disolvente de expectativas, lo mismo que el nuevo lenguaje deslegitimador y la política editorial de EITB. La retransmisión en directo de la manifestación de protesta por el asesinato de Puelles marcó un antes y un después, que se prolonga en su programación diaria. Los espacios cedidos a la izquierda abertzale se redujeron de modo drástico, hasta el punto de que la primera entrevista en año y medio a uno de sus dirigentes -Rufi Etxebarria- se realizó el pasado 16 de diciembre.

El fin del doble juego de exigir a ETA que ponga fin a la violencia, pero brindar a la vez a su brazo político todos los espacios de expresión y hasta decisión -ahí quedan las investiduras de Ibarretxe como lehendakari, y los votos a los que fio la aprobación en la Cámara vasca de su plan y su consulta- ha supuesto la pérdida de toda expectativa de poder seguir combinando política con apoyo a la violencia, y de contar con cualquier respiradero como los disfrutados hasta 2009.

Un <b><i>ertzaina</b></i> vigila una manifestación <b><i>abertzale</b></i> en Lizarra en 2007.
Un ertzaina vigila una manifestación abertzale en Lizarra en 2007.JAVIER HERNÁNDEZ

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