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Columna
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Si aspiras, expirarás

De momento, Luisiana está donde siempre, al sur de Estados Unidos, pero no se descarta que ese y otros dos Estados norteamericanos, Maryland y Arkansas, puedan acercarse a Madrid, de esa forma en que se aproximan los lugares que comparten una desgracia. En Luisiana, Maryland y Arkansas, tres lugares cuya diferencia es que en el primero nació Truman Capote, en el segundo Dashiell Hammett y en el tercero John Grisham, llueven pájaros muertos del cielo y en los ríos aparecen, de un tiempo a esta parte, miles de peces difuntos, flotando en el agua igual que trozos de zanahoria en una sopa china, y los ornitólogos dicen que tienen un millón de explicaciones para el fenómeno pero aún no han descubierto cuál es la buena, porque en la ciencia ocurre como en el matrimonio, donde saberlo todo no significa que sepas lo que pasa, así que esos especialistas aseguran que la avalancha de aves caídas y peces secos puede deberse al hambre, a una epidemia, a los pesticidas, a la contaminación, a los fuegos artificiales de Nochevieja, a los accidentes de los animales que se estrellan contra los edificios, los bosques de molinos eólicos o las torres de la luz, a los cambios extremos de temperatura en esta época del año o, tal vez, a las descargas eléctricas de alguna tormenta criminal. Es decir, que no tienen ni idea de lo que ocurre, porque si dar más de una respuesta es no saber resolver un problema, imagínense dar ocho. Por nuestra parte, Juan Urbano y yo no hemos quedado con dos opciones, que son esas dos palabras en forma de ataúd: "contaminación" y "pesticida".

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En Madrid todavía no nos caen encima pájaros muertos y en el Manzanares flota de todo menos peces, pero el aire está lleno de algo llamado partículas PM2,5, que los médicos consideran calamitosos para la salud y que, en este caso, además de saber lo que nos hacen, conocen su origen: los tubos de escape de los coches con motores diésel. Los efectos de ese veneno se pueden resumir, poniendo en plata lo que dicen los doctores, de una forma muy sencilla: cada vez que ellos aceleran, nosotros estamos un metro más cerca del tanatorio.

En Madrid, según el estudio llevado a cabo por los investigadores, un día de cada cinco esas termitas del corazón con nombre de androide que son las partículas de PM2,5 se pasan de la raya que les ha pintado en el suelo la Organización Mundial de la Salud y, en consecuencia, provocan infartos, cardiopatías isquémicas e ictus. La receta está clara: o se reduce el nivel de contaminación o crece la tasa de mortalidad. La primera pregunta es inevitable y va a ser larga, lo cual supone un problema, porque yo les diría que tomen aire para hacérsela entera sin perder el aliento, pero claro, cualquiera se pone a aspirar, tal y como está el oxígeno... Allá vamos, de todos modos: ¿ahora que ha entrado en vigor la nueva ley contra el tabaco, que supuestamente es una muestra de la preocupación que los políticos sienten por nuestra salud, y que el humo de los cigarrillos se ha vuelto ilegal, van a hacer algo para solucionar el tráfico, le van a escribir a los coches en las carrocerías que circular produce enfermedades irreversibles y se va a empezar a peatonalizar media ciudad y a restringir el paso de vehículos privados en la otra media, que sería de lo más razonable? A fin de cuentas, aquí todos somos conductores pasivos y no existen autopistas ni calles ni aparcamientos de fumadores y no fumadores, así que si de verdad quieren prolongar nuestra vida además de nuestra edad de jubilación, que estudien este informe que establece con toda la contundencia del mundo "una relación lineal positiva" entre los índices de PM2,5 superiores a 25 microgramos por metro cúbico y el cementerio de la Almudena: "a más contaminación, más muertes a corto plazo."

Los jefes coronarios de nuestros hospitales saben que las personas que habitan en lugares próximos a una carretera muy transitada sufren un deterioro de las arterias el doble de veloz que las que viven en zonas con menos polución y tienen muchísimo más riesgo de padecer trombosis coronarias. Si está tumbado y en un furgón fúnebre, es blanco y en botella, y puede que sean capaces de entenderlo. ¿Se pondrán, entonces, a solucionar el problema del tráfico, o prefieren seguir usándolo para sacar dinero a base de multas? Nosotros dos seguimos pensando lo mismo de siempre: con esta gente al mando, témete lo peor y te quedarás corto.

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