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Columna
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Zapatero sin renuncias

Hay una definición exagerada según la cual "noticia es aquello que alguien está intentando que no se publique". Pero esa exageración, como toda caricatura, se apoya en rasgos verdaderos. Por eso las noticias con mayor peso noticioso, con mayor noticiabilidad son aquellas que en modo alguno han sido inducidas, que se escapan fuera de la voluntad del agente del que proceden. Ese es el caso, según algunos, de lo sucedido en la copa de Navidad ofrecida el lunes 20 de diciembre en La Moncloa por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a los periodistas habituales. Como reconocía un buen amigo en su Telegrama para el informativo Hora 14, de la cadena SER, hay dos escuelas de pensamiento sobre en qué consiste el poder. Para la primera, el poder es la distancia; para la segunda, la administración de los tiempos, la capacidad de establecer la agenda política. Y aquella tarde en La Moncloa, abolida la distancia, en el cuerpo a cuerpo con sus invitados, el presidente, después de ser interrogado hasta la saciedad, confesó que ya había decidido sobre si sería candidato en las generales de 2012 o se retiraría de esa carrera y que además esa decisión ya se la había comunicado a su esposa, Sonsoles, y a una persona del partido sin identificar.

El patio no está para primarias ni para bicefalias, aunque no se descartan los riesgos de que la economía mejore en 2011

Desde ese momento, se han multiplicado exponencialmente las especulaciones que tanto entusiasman a los medios de comunicación. Todos se aplican con frenesí al ejercicio de desentrañar la adivinanza.

Enseguida, desde los entornos de La Moncloa, del Gobierno y del partido se han decantado dos posiciones. La primera es la de aquellos empeñados en minimizar el sentido que puedan tener esas afirmaciones. Para ellos, la decisión adoptada lo ha sido sub conditione y se teñirá de o de no, según las circunstancias, llegado el último momento, indiquen que su inclusión como cabeza de cartel supusiera un valor añadido o por el contrario un valor restado a las probabilidades electorales del PSOE. La segunda posición es la de quienes estiman que esas palabras han sido un escape indebido porque incentivan un debate sucesorio cuando "no toca" con consecuencias debilitadoras cuando están en el horno reformas decisivas y en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo, que deberían concentrar todas las energías.

Luego han venido los exegetas de cabecera, siempre al alcance del teléfono móvil del presidente, para asegurarnos primero, que no hubo escape sino planificación estratégica en esas palabras del lunes 20 en La Moncloa; segundo, descarta por completo una dimisión anticipada en busca del relevo, tras la investidura de otro candidato socialista; y tercero, que está en absoluto determinado a llevar la legislatura hasta su extinción en las proximidades del 9 de marzo de 2012, cuando concluye el plazo constitucional de cuatro años. Pero, sobre todo, las exégesis presentadas coinciden en dibujar a Zapatero entregado por completo al cumplimiento de la misión que considera le incumbe de manera irrenunciable. Porque se considera atado a sus afirmaciones del 14 de julio pasado en el Pleno del Congreso de los Diputados, durante el debate del estado de la nación, cuando dijo aquello de "tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles. Voy a ejercer mi responsabilidad y voy a seguir ese camino, cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste". Es decir, que va a prescindir de esas cautelas a las que se supedita siempre quien atiende además al horizonte electoral y lee con avidez en esa clave las encuestas.

El primer Zapatero, al frente de la prosperidad, se empeñó en repartos al menos simbólicos y luego, basado en su optimismo antropológico, ignoró los signos de los tiempos que barruntaban cambios. El segundo Zapatero, parece ahora imbuido de que nadie puede sustraerse a la servidumbre de tener que estar a la altura de esos signos y de sus oráculos, las agencias de calificación, de sufrirlos y aguantarlos, bajo un temor que impulsa a evitarles a los tiempos hasta una mala cara, un gesto de impaciencia, como escribe Rafael Sánchez Ferlosio en Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (Ediciones Destino. Madrid, 1993). En cuanto a la sucesión, Zapatero sabe que no hay ley de sucesión, salvo para la Monarquía hereditaria. Por eso, sabe que le corresponderá en su día convocar un congreso extraordinario del Partido Socialista donde deberá ser elegido un nuevo secretario general entre quienes presenten su candidatura y que quien resulte proclamado será también candidato a la presidencia del Gobierno en 2012, porque el patio no está para primarias ni para bicefalias, aunque no se descartan los riesgos de que la economía mejore en 2011. Continuará.

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