Los gánsteres y la ética del mal
Resulta difícil saber qué género define mejor la imagen colectiva que el cine ha trazado de Estados Unidos, el western o las películas de gánsteres. En un principio, tal vez sea más fácil pensar en el héroe reluctante, en el tipo que se ve arrastrado por los acontecimientos para acabar convertido en un defensor de la justicia y la libertad, sin ni siquiera haberlo querido (porque esos son los héroes de verdad, aquellos que lo son a pesar de sí mismos). Como John Wayne convertido en Ethan en Centauros del desierto, el soldado confederado que vuelve a casa con su derrota a cuestas para acabar enfrentándose a una tragedia. Se convierte en un racista despiadado, que le dispara a los ojos al cadáver de un indio para condenarle a vagar eternamente entre el cielo y la tierra, pero al final es capaz de distinguir el bien del mal, el odio de la compasión.
'Boardwalk empire', la serie de Scorsese, es puro cine de mafiosos
Hay ecos de 'El Padrino' y de 'Casino', e incluso de 'The wire'
Sin embargo, en el cine de gánsteres ocurre todo lo contrario: el héroe es el malo pero, como espectadores, no podemos evitar sentir una poderosa atracción hacia él. Aquí no hay odio ni compasión, ni bien ni mal: son individuos que defienden sus intereses pero que se mueven dentro de unas normas estrictas que, si las quebrantan, significarán la muerte o la guerra. En este sentido, Boardwalk empire, la serie producida por Martin Scorsese que estrenó el lunes pasado Canal +, es puro cine de gánsteres, y del mejor. El director de Uno de los nuestros o Malas calles es solo uno de los grandes nombres que se encuentran detrás de esta cuidada y magnífica producción. Otros son Terence Winter y Tim Van Patten, ambos veteranos de Los Soprano, una de las muchas obras maestras que las series han dado a la televisión en los últimos años.
Como Tony y Carmela, el protagonista de esta producción también vive en Nueva Jersey, pero a diferencia de ellos, vive en los años veinte y, sobre todo, está basado en un personaje real, Enoch Nucky Johnson, un político y mafioso que dominó Atlantic City durante los años de la ley seca. La huella de Scorsese no se nota solo en el ritmo del primer capítulo, que dirigió además de producir, sino en el pastiche cinematográfico que construye. Aparecen ecos de El Padrino y de Uno de los nuestros, de Con faldas y a lo loco y de Los intocables, de Los Soprano y de Muerte entre las flores o Casino, y, por qué no, incluso de The wire. Es un resumen magníficamente ambientado y lleno de personajes reales -Al Capone o Lucky Luciano son otros mafiosos que se dejan caer por la serie- del mejor cine de gánsteres estadounidense (y ese tal vez sea el defecto que algunos espectadores puedan encontrar en el primer capítulo, una cierta sensación de déjà vu, aunque según avanza la serie, va ganando cuerpo y originalidad).
Pero lo que convierte a Boardwalk empire en una obra imprescindible no es solo la calidad de la dirección, de los guiones, de la ambientación y de interpretaciones como la de Steve Buscemi (a estas alturas, la mayoría de las series, y especialmente las que llevan el sello de la HBO, son impecables en todos esos aspectos, da igual que transcurran en la Roma republicana o las esquinas de Baltimore), sino el peso histórico que sus creadores han sido capaces de imprimirle. Uno tiene la sensación de asistir al nacimiento de algo, de un país, de una sociedad, de un mundo, mientras se deja llevar por la épica del mejor cine de mafiosos.
La serie gravita en torno a Nucky Thompson (Steve Buscemi), un gánster de manual, pero no se trata de un Tony Soprano más delgado y sin Prozac, no es un tipo que dirige una familia desde la trastienda de una carnicería de Jersey City, sino un personaje mucho más político, más cercano a los mafiosos que creó Francis Ford Coppola en El Padrino que a los gánsteres de medio pelo que el propio Scorsese retrató en Uno de los nuestros.
No es héroe, pero tampoco es un villano, es un tipo que encarna una época y que a la vez viaja a través del tiempo hasta nosotros, es un magnate hipócrita y despiadado, pero que de repente se encuentra defendiendo los derechos de las minorías (por puro interés, naturalmente). Es un personaje tan complejo y tan rico como la historia de ese país que en aquellos momentos se estaba forjando como nación.
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