EE UU activó un plan para evitar la retirada de las tropas españolas de Irak
Washington recibió con recelo el triunfo del "difícil" Zapatero - La embajada recomendó que Bush llamase al presidente y le invitase, y que otros Gobiernos europeos también presionasen - La rápida salida de Irak deterioró las relaciones
La llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 fue una absoluta sorpresa para EE UU. Tanto, que la embajada se puso inmediatamente a trabajar para saber qué se podía esperar de él. "¿Quiénes son los socialistas españoles?" se titula un cable (15124) enviado en la primera semana tras la derrota del PP.
El tono de los primeros días es absolutamente paternalista: el embajador George L. Argyros y su equipo están convencidos de que pueden controlar a Zapatero. "El PSOE se quedó en shock por haber ganado las elecciones y Zapatero y su equipo están intentando saber qué hacer ahora. Zapatero no tiene experiencia ni en la Administración ni en política exterior. Ha sido diputado desde los 26 años. Probablemente sea un interlocutor difícil, pero manejable y acarrea el escepticismo típico de la izquierda española contra EE UU. La oposición a la guerra de Irak es central para él. Aun así, una resolución que diera a la ONU un papel importante en Irak podría permitirle salvar la cara y mantener las tropas en Irak", se lee en informe confidencial (15123) enviado el 18 de marzo de 2004.
La embajada quería que Bush llamase a Zapatero y le invitase a EE UU tras su investidura
El presidente español ordenó la salida de las tropas antes de lo que Washington esperaba
"El antiamericanismo no es una política exterior", advirtió la embajada al Ejecutivo español
Bernardino León replicó que lo que había en España era más bien un movimiento anti-Bush
EE UU tomó la decisión en firme de que Zapatero no se vería con Bush en su mandato
Aguirre reprochó a Moratinos que recibía mensajes contradictorios de La Moncloa
Ese documento revela que EE UU empezaba a gestar un plan para evitar la retirada: "Si para mayo estamos empezando a negociar una resolución [del Consejo de seguridad de la ONU] y si se suman Francia y Alemania, Zapatero podría acordar dejar las tropas en Irak. Más aún, el embajador aconsejaba a Washington qué pasos dar para lograr el acercamiento a Zapatero e influir en su decisión. Entre esos pasos estaban una carta y una llamada a Zapatero en cuanto fuera investido presidente y una invitación para visitar Washington en cuanto pudiese.
La Embajada de EE UU es optimista sobre la capacidad de influir en el nuevo Gobierno y muy dura en su análisis. "Zapatero tendrá que trabajar mucho para disipar la imagen de que ganó porque va a aplacar a los terroristas (o que fue elegido por Al Qaeda). Tendrá que calibrar sus decisiones para evitar la impresión de que los terroristas pueden influir en sus movimientos de política exterior". E incluso plantea estrategias de presión indirecta a través de otros Gobiernos europeos: "Deberíamos permitir a otros líderes europeos que expresen sus preocupaciones a Zapatero sobre la apariencia de estar cediendo ante los terroristas".
La embajada confía claramente en dominar a Zapatero: "Dada la necesidad de contentar a su amplio electorado anti-guerra de Irak, Zapatero se distanciará de la política exterior tan próxima a EE UU que practicó Aznar. Sin embargo, esperamos que en cuanto el PSOE asuma que ha ganado las elecciones y Zapatero esté al mando del Gobierno, se dará cuenta de que puede tener diferencias con EE UU, pero va en el interés de España colaborar con nosotros".
El paternalismo de los primeros mensajes incluye a los españoles. El embajador recomienda que EE UU abandone las críticas a la victoria de Zapatero, habitual esos días en los medios conservadores estadounidenses, que insistían en que en España Al Qaeda había ganado las elecciones. "La democracia española es aún bastante inmadura -menos de 30 años-. La alta participación de la semana pasada fue una victoria para la democracia española. Deberíamos evitar criticar a los votantes españoles y dejarles llegar a sus propias conclusiones sobre el Gobierno que ellos han elegido, a pesar de que fuera en circunstancias extraordinarias".
EE UU estaba preocupado por la política exterior de Zapatero y su retórica anti-Bush, pero la política económica no les inquietaba. El embajador se reunió con Miguel Sebastián
[principal asesor económico de Zapatero en ese momento] y otros dirigentes clave y sacó una conclusión: "Los miembros del círculo cercano de Zapatero nos han dejado claro que el PSOE no hará cambios significativos en la exitosa política económica de Aznar".
Poco a poco, sin embargo, EE UU se va dando cuenta de que no va a ser tan fácil torcer el brazo de Zapatero. Los cables van haciéndose cada vez más pesimistas. "Moratinos dice que Zapatero está muy preocupado por las críticas en algunos sectores de EE UU que dicen que Al Qaeda ha puesto al PSOE en el poder. 'Esta es una línea roja para nosotros que no podemos aceptar', dijo", se señala en un documento (15223) del 22 de marzo de 2004, en el que el futuro ministro de exteriores insiste en que habrá retirada de tropas "si no hay un cambio en el papel de la ONU". Moratinos trata de suavizar, como buen diplomático ("no vamos a poneros el dedo en el ojo con Irak"), pero el mensaje es claro: las tropas van a salir, hay que intentar mantener la relación bilateral a pesar de esa discrepancia.
El inminente ministro de Defensa, José Bono, intenta hacer amigos. Le dice al embajador que está "ansioso por reforzar la gran relación que tienen los dos países y que es uno de los pocos políticos españoles que puede decir que él nunca ha tomado posición contra los EE UU".
Finalmente, Zapatero ordena retirar las tropas mucho antes de lo previsto, antes de que el plan de acercamiento a Zapatero y trabajo en la ONU pueda siquiera ponerse en marcha. El 18 de abril, al día siguiente de su toma de posesión, en domingo, y en su primera decisión como presidente del Gobierno, cumple su promesa electoral. Los estadounidenses enfurecen. Aun así, la embajada se pone a trabajar en sacarle alguna tajada a este conflicto. Los cables insisten en que los socialistas españoles, tal vez para compensar, no están poniendo ningún problema en el uso de las bases de Rota y Morón y están dispuestos a aumentar la presencia en Afganistán (entonces 800 soldados, hoy más de 1.500).
José Bono aclara al embajador, según otro documento de junio de 2004, que están dispuestos siempre que el público español no lo tome como una compensación, y por eso piden colaboración a EE UU. "Bono insistió mucho en la idea de que el Gobierno de EE UU, incluido el secretario de Defensa Rumsfeld, debe entender que cualquier aumento de la presencia española en Afganistán no debería ser tomado como un 'maquillaje' de la retirada de las tropas en Irak. Bono dijo que esto es muy importante para el público español. El embajador le dejó claro que EE UU no pensaba hacer esa conexión", escribe Argyros aún con la retirada de tropas muy caliente.
Manuel Chaves, presidente del PSOE, justifica ante el embajador la retirada de las tropas en junio de 2004, mes y medio después: "La salida de las tropas era una necesidad política para Zapatero. La decisión de Aznar de enviarlas se hizo en contra de la voluntad de los españoles. El uso de las fuerzas en Irak por parte de EE UU fue un error. Zapatero tenía que sacar las tropas de 'la guerra de Aznar'. La victoria de Zapatero no fue por los atentados del 11-M, sino por la decisión de Aznar de participar en la guerra" (cable 17644).
Lejos de acercar posiciones, las cosas empeoran. Las palabras de Zapatero en Túnez el 9 de septiembre, cuando dijo que si otros países siguieran la línea española y retiraran sus tropas de Irak, "se abriría una expectativa más favorable" en este país, y la indignada respuesta de Bush enturbiaron aún más las relaciones, y todos los cables dan cuenta del malestar por las dos partes y del intento de los diplomáticos de ambos bandos por reinterpretar las palabras de sus gobernantes para suavizarlas. Pero no había posibilidad alguna de volver a la normalidad.
En plena crisis, el embajador Argyros decide no acudir al desfile del 12 de octubre. Lo hizo, según él mismo, porque el año anterior Zapatero no se había levantado al paso de la bandera de EE UU en ese desfile. La tensión es imposible de disimular. En ese momento, el Gobierno empezó a mostrar divisiones, y Bono, que criticó a EE UU por esa ausencia, se quedó muy solo dentro del Ejecutivo, al menos en privado. "El antiamericanismo no es una política exterior", le dice Robert Manzanares, número dos de la embajada, a Bernardino León una semana después del incidente. "León dice que en España no hay tanto antiamericanismo, sino un movimiento anti-Bush. León reconoce que las palabras de Bono fueron extremadamente poco útiles", contesta el español según la nota de la embajada (21792). Moratinos lanzó la misma idea en un encuentro con el embajador el 15 de noviembre: "Usted sabe que en este ministerio no siempre somos consultados sobre determinadas acciones que toman otros".
En diciembre, Manzanares se reúne con el secretario de Estado de Defensa, Francisco Pardo. Tras acercar posiciones sobre la presión de EE UU para que una empresa de este país se lleve el contrato de los submarinos S-80 -Pardo avanzó que el Gobierno de EE UU estaría "contento" con la decisión, aunque no la adelantó; finalmente se hizo con el contrato Lockheed Martin, por 200 millones de euros, un año después, frente a sus competidoras francesa y alemana- , Manzanares concluye que esta negociación "confirma que el Gobierno español quiere usar los asuntos de defensa para suavizar las relaciones con EE UU" (cable 23173).
Pero los problemas crecen. Y con ellos vuelve el tono paternalista. EE UU parece creer que el problema con España no es de contradicciones políticas entre un Gobierno republicano y muy a la derecha como el de George Bush y un representante de la izquierda europea considerado en ese momento muy radical como Zapatero. EE UU parece estar convencido de que el problema está en que Zapatero y su equipo tienen poca experiencia. Y así se lo hace saber en tono claramente amenazante a Bernardino León, secretario de Estado de Exteriores, en un encuentro que mantiene con él. Manzanares dice que "EE UU ha sido muy paciente y maduro estos meses, evitando responder a la retórica anti-EE UU, ya que esperábamos a que el Gobierno se asentara y lograra más experiencia. Sin embargo, la continua retórica anti-EE UU nos está forzando a reconsiderar esta reserva y responder más agresivamente".
La batalla llega tan lejos que España empieza a pedir árnica. El 10 de enero de 2005 un telegrama confidencial (26803) da cuenta de que el Gobierno español le había transmitido al de EE UU un mensaje claro: "Queremos volver". En aquel momento, los diplomáticos de la Embajada de EE UU en Madrid remitieron al Departamento de Estado un amplio informe cuyo título era una sugerente pregunta: "¿Es el momento de romper el hielo en las congeladas relaciones con España?".
El hielo tardó mucho en resquebrajarse. La mayor apertura española con Cuba y la firma de un contrato para la venta de barcos y aviones militares a Venezuela pesaron más que todos los gestos que España iba haciendo para recomponer las relaciones. Además, los documentos muestran que EE UU había tomado la decisión en firme de que Zapatero no se entrevistaría nunca con Bush durante su mandato.
En realidad, Bush ni siquiera devolvía a Zapatero las llamadas. Moratinos se quejó ante el embajador Argyros el 10 de noviembre de 2004, según otro de los documentos (cable 22846), de que el presidente de EE UU había ignorado la felicitación que Zapatero le hizo tras ganar las presidenciales frente al candidato demócrata, John Kerry. "Devolver la llamada sería un buen gesto", le dijo.
El tono paternalista, la sensación de que era EE UU quien dominaba la jugada, nunca se superó. Siguió incluso con otro embajador, Eduardo Aguirre. El 22 de diciembre de 2005, este llama a Moratinos y le da una reprimenda, según su relato. Le dijo que estaba desconcertado por recibir diferentes mensajes del Gobierno y que necesitaba estar seguro de que su interlocutor, en referencia a Moratinos, podía hablar en nombre de todo el Gobierno en asuntos críticos. "De lo contrario, la credibilidad de la embajada en Washington se erosionaría, en perjuicio de todos", dice el resumen de la embajada.
Moratinos insistió en que él hablaba por el Gobierno y contraatacó diciendo que el Gobierno de EE UU trata de diferente modo a España que a otros países de la UE, pues otros países europeos vendían armas a Venezuela sin que eso dañase la relación bilateral. "Hemos hecho mucho por vosotros en Afganistán, Pakistán, Oriente Próximo y el norte de África, pero basta un paso en falso y volvemos a empezar", se quejó. Era inútil, por mucho que España ofreciera, EE UU seguía pensando que estaba tratando con "inexpertos" a los que podía dominar.
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