_
_
_
_
_
Consecuencias del caos aéreo en Barajas

El mercado persa de Barajas

Hoteles más caros y picaresca en el transporte por el caos de la protesta

El aeropuerto parece un mercado persa. Un chico de repente se acerca con reparo. "¿Necesitáis coche?", pregunta bajito, de medio lado. "Podemos acordar un buen precio", añade, y al instante se pone colorado. Se llama Jorge S. y viene buscando "unos euros". Cuando se entera de que habla con periodistas ("vaya, aquí no hay negocio"), accede a contar la película completa, pero sin apellido ni foto. Y lo justifica: "Es que esto es ilegal, ¿sabes?". Lo suyo es picaresca. Jorge, que debe rondar los 20 años, tiene el pelo muy corto, vaquero estrecho y un plumas marrón. Es repartidor y parece muy tímido.

A mediodía estaba delante del televisor, con su madre. "En el telediario he visto taxistas que cobraban hasta 700 euros por un viaje". Y se le encendió la luz. "Le he pedido el BMW a mi madre y me he venido aquí. Es hora de hacer un buen negocio". En su casa, cuenta, "la cosa está chunga". "Yo soy mileurista y el único sueldo que entra en casa es el mío, así que he pensado que podía hacer negocio". ¿Y funciona? "Pues no, la verdad, casi convenzo a unas chicas de Cantabria, pero al final no ha habido suerte". Jorge se acerca a ofrecer su coche "a las familias con hijos y a las chicas guapas". Pulula por la T-4 de Barajas, en la planta de salidas. "Si bajo a llegadas, los taxistas me la pueden liar". Recita las tarifas de carrerilla que previamente ha consultado con su madre: unos 200 euros para Valencia, 300 a Barcelona, 400 a Galicia o Cádiz. "Yo no me he aprovechado de esto. Se aprovechan los controladores", reflexiona antes de marcharse.

En las redes sociales proliferaron las ofertas de taxistas ocasionales
La tarifa por alquilar un coche tres días casi se triplicó
Más información
Onda expansiva millonaria
Gallardón cifra en 140 millones las pérdidas ocasionadas por la huelga de controladores

Los controladores fueron ayer el blanco principal de todas las críticas. Pero también había quejas en otra dirección. Muchos viajeros se enfurecieron al conocer que los alquileres de coches o las reservas de hotel habían subido poco después de que se conociese el caos de las comunicaciones aéreas. "Eso no ayuda", decía Iliana, una pasajera dominicana. "Deberían estar de nuestro lado y, si es necesario, proveernos de cosas. Subir los precios es una locura".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La huelga salvaje de los controladores aéreos fue una pesadilla para 600.000 viajeros atrapados en los aeropuertos de toda España. Pero toda cara tiene su cruz y hubo quien intentó sacarle provecho, como algunos negocios de los alrededores de las terminales. Legales o ilegales. Es la ley de la oferta y la demanda en una situación extrema, que ayer enfureció a los usuarios que además de perder su vuelo tuvieron que pagar más de lo normal por determinados servicios.

Un hotel situado a 3,5 kilómetros de Madrid, el Auditórium, absorbió a centenares de viajeros varados. Precisamente fue en uno de sus salones donde se escondieron durante la tarde del viernes los controladores en plena crisis. La entrada estaba colapsada. "Está lleno y hemos alquilado las últimas habitaciones a 148 euros cuando lo normal en un fin de semana es cobrar unos 60. Bueno, ahora que es puente algo más, pero las hemos subido", reconocía una recepcionista. "Las tarifas van fluctuando dependiendo de la disponibilidad".

El presidente de la asociación empresarial hotelera de Madrid, Jesús Gatell, comunicó a este periódico que no ha habido abuso de tarifas y que los hoteles han atendido con normalidad y profesionalidad a sus clientes. Este periódico consultó una veintena de complejos hoteleros. Prácticamente la mitad subió ayer las tarifas a raíz de la huelga salvaje de los controladores.

Una suite era la única habitación disponible que tenía el hotel AC Coslada Aeropuerto. El resto se había reservado por 150 euros. Las tarifas sacaron aún más de sus casillas a Inmaculada, que debía viajar a Dublín. "Encima de que he perdido el vuelo de unas vacaciones que llevo meses programando me encuentro con habitaciones más caras de lo normal. Sé que es su forma de hacer negocio pero ya que los controladores nos han hecho la faena ellos podían solidarizarse", proponía. Y hubo quien lo hizo. Lo cuenta la recepcionista del hotel Barajas Plaza: "No hay disponibilidad de habitaciones, pero le informo de que la doble cuesta 58 y la individual 50. Son nuestras tarifas habituales". Y añade con orgullo: "No, no hemos subido los precios con motivo de la huelga". En las redes sociales corrió como la pólvora la noticia de que el presidente Zapatero había decretado que los militares tomasen las torres de control. En Twitter se ofrecían algunos, previo pago, a hospedar a buen precio a viajeros, o a hacerles de taxistas para llevarles a su destino. El que no corre, vuela.

En la Terminal 4, donde muchos pasaron la noche por no pagarse un hotel o para estar los primeros en la fila si reabrían el espacio aéreo, los ánimos se habían tranquilizado ayer por la tarde. La cafetería que permanece abierta las 24 horas, Mars, recibió una avalancha de pasajeros hambrientos y sedientos, pero no se quedaron sin víveres. "Estamos preparados para cualquier emergencia", explica Romero, el encargado. "Tenemos una cocina que puede trabajar a pleno rendimiento. Hemos vivido otras crisis parecidas, como la de aquel volcán islandés".

"¡Viva la Europa unificada!". El grito es de un italiano con el móvil pegado a la oreja. Bramaba mientras hablaba con la dependienta de un alquiler de vehículos. Le pedían 3.000 euros por un coche para volver a su país. Como en los hoteles, en el negocio de alquiler de coches también fluctúan los precios dependiendo del número de reservas y cancelaciones. Ayer, por ejemplo, reservar un Peugeot 308 para tres días, con todos los seguros incluidos y devolviéndolo en el mismo lugar, 404,99 euros. El mismo modelo y el mismo tiempo reservado dentro de una semana cuesta 155, casi tres veces menos. "Esto funciona así", resumía la empleada.

En la planta de arriba seguía dando vueltas Jorge S., el repartidor reconvertido en taxista pirata. Sin clientes. Dudaba si retirarse con el BMW o intentarlo una vez más: "Hazme un favor, ¿vale? Si encuentras a algún viajero dame un toque".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_